domingo, abril 06, 2008

HEBRAS DEL PEREGRINO. Antología de Orlando Ordoñez Santos

ORLANDO ORDÓÑEZ SANTOS.
Nació en el distrito de Muqui, provincia: Jauja, departamento: Junín; el 26 de abril de 1948. Estudió en los colegios de las provincias de Jauja y Tarma. Culminó sus estudios superiores en la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle” La Cantuta-Chosica. Actual Profesor Cesante. El acercamiento a las letras surgió en las aulas universitarias recibiendo, entre otros, influencias de: Manuel Velásquez, Oswaldo Reynoso y definitivamente con la acción y obra de Ricardo Dolorier Urbano. En 1996, fue antologado en el volumen Nº 30 LA LUZ TEMBLOROSA DE LOS SUEÑOS (Casa del Poeta Peruano). En la actualidad edita mensualmente CUARTILLAS POÉTICAS, que alcanzó el Nº 150 Año: X, bajo el título: ARTE POÉTICA. Actualmente, Secretario de Organización del Gremio de Escritores del Perú – Lima . E-mail: orlandoos_05@hotmail.com Web: www.poetasdelmundo.com. Identificado con D.N.I. 20693657. Blog: castañuelasazules.blogspot.com
Dirección: Av. Gral. Garzón 1665 – Jesús María – Lima – Perú.
TODO QUEDARÁ
La sorda plegaria del otoño
se fue perdiendo en el desierto
inclemente de la lejanía.
Queda sólo el silencio.
La calma embrutecida sobre
las lacerantes manos del labriego
¿acaso no se detendrá cuando
la siega y la espiga nieguen
su mártir sacrificio?
Quedará trémulo el trigal.
Las abruptas cordilleras ya no ocultarán
al agrio bebedero de aguas violentadas,
tampoco al doloroso exterminio de montañas
donde a tajo inclemente pulverizándolo
arrebatan sus mineralizadas carnes.
con esta explotación se agiganta el parásito.
Queda derruida las entrañas.

La vocal púrpura sembrada en las cascadas
casi siempre sabe florecer sigilosas,
a llenas manos en los arenales germinarán
ya no en silencio, sino rugiendo con la hoz
del labriego, sus manos redentoras amasarán
el pan nuestro, las migajas serán para los lacayos.
Quedará así, sembrado por siempre
la igualdad fulgurante sobre
las montañas y remansos.
Quedará muda la desigualdad.
ROSAL
Guardo con tanto celo
el germinar diario
en los escondrijos del alba
al rosal pálido
de los desconsuelos.

Qué importa lo que digan
sólo atino a ocultar
en bandolera, su cautivante
aroma de aurora rodeada
de pétalos tintos.
Si acaso turbien el horizonte
hallarán las caricias
afiladas de sus zarpas.
Rosal hendido con crepúsculos
en el pecho feraz de hojarascas
sabes bien cuándo debo retornar
al compás de precipitadas lluvias
anunciando por siempre
que del letargo agobiante
renacerá tu savia y follaje
para mitigar toda penuria.
Nada podrá contra el relámpago
fulminante de tu belleza,
atrás quedará el otoño;
sólo el escarlata de tu frenesí
podrá calmar a esta extensa espera
con las puñadas vacías,
pero un jardín jamás arrasado.

DESENCADENANDO ALTURAS
La inmensidad unida al encaje
textual del telar infinito amuralla
a la policromía danzante de tus gemelos
luceros.

Funden a cuanta sutileza perenne
engarzando milenios
con médanos de fulgor,
floreciendo el peñasco
al lado de la encabritada piedra
cual deleite grácil de almendra.
Conjunción geométrica del poema
labrado en los crepúsculos rocosos.
Exactitud meridiana de la melodía
paleolítica y cósmica,
enhebra con el buril apocalíptico
desde la alborada del génesis
al pedernal en parálisis.
Machu Picchu, celaje bravío
y arado avasallante de liberación
¿dónde quedaron aquellos brazos
que orlaron tu cúspide?
por qué dejan al orín de la indiferencia
que cubra tu mensaje de trabajo colectivo
y común compartir de la cosecha
colmando toda endecha.
Sublimada desde tus raíces
crepitantes canteras de divina enseñanza
con manos comunitarias e invencibles.
Ahora que no hollen tus comarcas
aquellas alimañas con huellas de fango,
sabrán que más puede la pólvora de tus rocas,
porque las cadenas ya no son broncas.
AVE MILENARIA
Extendiendo sus raudos pliegues
incrustados de ondulantes silencios
se pierde acosado de ácida atmósfera
el ave milenaria.
En cada pluma clavada
en el litoral pétreo
de sus distancias pareciera
doblegarse su estampa chavinoide,
deidad alada junto al felino
y el arrastrarse del crótalo.
Pero tú, majestuosa.
Distancias despedazadas,
horizontes en las pupilas más remotas
hacen de tu velero cíclope
bogante e inconmensurable
desde su escarpado cobijo andino
hasta las planicies pacíficas donde
saeta de luz, eres.
Si el misterio radica en el portento
de luminiscencia planisférica
es porque con el abrazo de tus alas
todo es posible en el remoto acabar.
Tan simple e iguales somos, sobre todo
no pretender tu altitud de esas alturas
al caerse, inútil será buscar explicaciones.
Sólo tú, todo cristal te suspendes,
por eso, este canto ausculta
tu milenaria majestuosidad,
siendo saeta de luz y cristal
no doblegues nunca tus feroces garras.
CORTEZA HERIDA
Derribaron al árbol
donde pendía sin cansancio
los días frágiles de la niñez.
Ya no queda nada
de su inclinada figura,
hasta ahora no sé
qué buscaba en este
escabroso camino humano.
Queda inmóvil su espacio,
su velado crujido cuando
a las malas las ráfagas de agosto
blandían sus múltiples brazos
ahora yacen en el escondrijo mudo.
Y fue hermosa la vida cuando
rondábamos su tronco inmóvil
como ronda la Luna a la Tierra
esperando siempre el canto dulce y grana.
Fatal tal vez, fue el día
cuando bisturí en mano
herí su piel blanda, lloró inconsolable
con extraño gel terroso en las grietas
del jeroglífico corazón que decía:
“te amo” y un flechazo atravesaba
al músculo latiente.
Hoy me pregunto:
¿qué extraña forma de amar?

GARABATO
Con el sangrar
de la vida
aprendí
a garabatear
dentro su color.
El estruendo
subterráneo
de las cadenas
a tientas
hiere el hierro
al pedernal.
Con el trinar
del pedregal
descubrí
la centella
sublime
del alba.

GOTA DE ROCÍO
Gota luciente de embrujo
te guardo junto
a las múltiples briznas
de abrigo en el dejado nido.
Pedacito de añil
de firmamento
en la profundidad más nieve
de las alburas
estás retozando reverberando
alegrías, aquellas florecidas
en cada despeñadero
de sublimes cascadas.
Gota de limpia agua.
Estás en cada instante
colmando a los mares
y sus rugidos maléficos.
Gota escondida
del rocío de septiembre
en el envés de la hojas
de la hierba silvestre no intentes caerte,
sino dirán que estoy llorando
amargamente y eso es mentira.

VENTANA Y ORQUIDEA
En vano se llevaron
las últimas penurias,
acaso con ellas
podrán empequeñecer
al vacío calcinante
que corroe
a la ventana solitaria.
Ya no pasan con su lentitud
de llovizna invernal
aquellas tardes
cuando a través de ella
inmovilizado veía
derrumbarse los días
en caravanas incesantes.
Nadie aguarda ya
tras sus extintos maderos,
ni el trino tembloroso,
ni la cadencia del viento;
los pajarillos huyeron
como garrafas en añicos
el menear de las enramadas
son fantasmales hojarascas
de los mortecinos guindales.
En vano pretenden asomarse
por la ventana del olvido
sabiendo que hasta el latido
se ha convertido en un pantano
lleno de cieno, pero en el pecho
una orquídea florece
¡para que vean!

TUNANTE
Oriundo
fue el amor
profesado
por el maguey
hacia el sol.
Feroz
e incontrolable
en sus aromas
derramó
la retama
en sus ruegos
al amanecer
por sola una
amarillenta sombra.
Indomable serán
los brazos
que irán
tras tu lejanía
nada importará
ni cordilleras
o fusilerías
a pesar de todo
mía serás.
Aunque no quieran
impertérrito
atrapado por septiembre
la vida íntegra
y la tuya
me hicieron
tunante.

TERRUÑO INAGOTABLE
No digan que sólo hallaron
donde a tientas derrochando
sus galanuras mil, de espejos dúctiles
apenas balbuceaba a dúo inseparable
con el trinar frágil del pichiuza aguerrido
en el vasto y único valle del firmamento.
Acaso los caminantes equivocaron
sus encantos entre distancias
y prefirieron acompañarse
con la dulzura
febril
del
amanecer de iluminados retamales.
Tal vez
para cuando
turbe incansable
el péndulo inexorable los años
deshojado de los matices azules
del sueño inalcanzable
sea lumbre rojiza.
Entonces desde lo que queda del existir
germinará el fulgor incandescente e infantil
de todos sus parajes de verdes mosaicos
fundidos en el crisol transparente de su quietud
ensoñadora tenacidad de mi tierra muquina
que sólo puede hallar su símil
en el crepúsculo inconmensurable de la luz.

PEDERNAL ETERNO
A mi tierra muquina
En el firmamento, aún siendo infinito
perdura iluminado e imponente
el primer paso sobre la terráquea
dulzura de caminito tapizado
de chaguales enhiestos donde a raudales
aromáticos, amarillas retamas y geranios rojos
subliman la vida de mi tierra única.
Qué importa los declives de la senda
cuando a la vera de la casa adormilada
con su rebeldía de canto rodado
el terruño incandescente está esperando.
Ya no es tiempo de fáciles olvidos
porque estacionado el fulgor
de los abriles bajo la colina de infancia
pareciera haber teñido con escarlatas torrentes
la polifonía vibrante del Mantaro
estrujado lentamente en el diapasón azulino
del amanecer muquino tierno y cósmico.
Acaso a sobresaltos, pero cadencioso
al compás inevitable de los años
puede crisparse los lejanos sueños
volviéndolo maternal a mi pago silencioso.
Todo, todo cuanto ruge fraterno
dentro la dialéctica sincrónica de septiembre
se torna, dentro la fragua candente
donde nací, en capullo dulce burilado
con la ráfaga colorida de la Jija desafiante
que derrumba todo de un solo guapido libre
en el celaje de Muqui, pedernal eterno.

EL FULGOR DE LA PALABRA
La sonoridad de ésta voz
junto a la distancia se va
ahogando porque dejé sola
al lar donde a la infancia
de la luz está nublándola
en sórdidas prisiones y hambre.
Lejana quedó la penumbra.
No tengo otra cosa más que palabras
con ellas compartir toda pobreza
y orgullo tenaz, nunca rendido a pesar
de los arteros y falaces mordazas desatadas
al canto libre de la vida y los pájaros.
no tengo sino despojos dolorosos de versos,
el corazón sigue intacto, endureciéndose más.

Con ustedes trataré ya no de balbucear
ni auscultar el extenso careo liberado
a escondidas hoy siento como nunca
haber rescatado la dulzura lírica de las lluvias
aquellas que anuncian nuevas siembras
y crepitaciones que brotan de la fontana diáfana
de los pueblos prodigiosos iluminados sus sendas.

Ha renacido pues, desde la callada noche
el fulgor nítido en colectivas manos que amasando
letras y sílabas más el color multiforme
del alud pletórico en cada garganta aeda,
por siempre nuestro será el pan y los celajes
esas que jamás pierden su nitidez así sea
brutal el atajo. Vence la palabra y su luz.

CAMINOS LLOVIDOS
Ahuyentaron a la lluvia melodiosa.
Entristecieron más de lo que fue, tarde otoñal.
Quebraron la única enramada de tibia sombra.
Olvidaron a sabiendas, el camino apenas soñado.

Qué esperar ahora sin el canto paternal
aquel de litorales habanos
y alegría subyugante
más que mil tañidos enjaulados
en cascabeles de ébano y silencios de castañuelas.
Qué aguardar ahora
¿acaso su misterioso laúd estampado
en el pentagrama rupestre de la niñez?
Ya casi nada.
Mas, aunque trituradas todas las hojas caídas
de ellas mismas transmutando la clorofila
en feraz palmada germinadora
otra vez la epopeya del cielo incansable
continuará su rumbo, aguardando otras lluvias,
otros veranos e inviernos para florecer detonante
con el rojizo trinar regado cuanta sangre
inocente. Ahora renacida e invencible.

Otra será la sombra, otra la pascana.
Frondosas alamedas cercarán
los caminos acompañados de trémulo verdor
ya nadie podrá quebrar a los días añorados
menos a las acurrucadas y dulces ambrosías
tan indefensas que guardábamos universalidades
en el cuenco frágil y de luz endeble del amanecer.

Del olvido es mejor ya olvidar
porque al conjuro fatal de otros caudales
la simpleza del arroyuelo se fue tornando
al conjugar sus cauces en otro que no sólo repta
sino ruge, ruge atronador cuando acecha
a sus aguas, intensos despojos.

NOCHE AGÓNICA
Guardo para ti un mundo lleno
de ambrosías
una noche pura, casi despojada
de su manto funesto,
presto a ocultar a estas manos
que nuevamente
apenas garabatea tu nombre
lejana golondrina.

Conservo aún la sonrisa atardecida
de los eucaliptos
despertando tras plateadas hojas
a la luz selenita,
aquella detenida sobre la otra orilla
de nuestra congoja
y qué apacible todo retornaba
como ayer
a tener atisbos de vida y volvió
a encenderse
la noche agónica.

MALVAS JARDINERAS
Debes simular
que todo fue tan fugaz,
ya no queda ni cenizas
de lo ardiente e inevitable candor
del alheli turbado en el oro
de su resplandor.

Todo, todo reunido
en una puñada apretada
de esquivos horizontes
por donde los atardeceres
tan disimulados huyeron
hacia los puquiales donde
emergen albas las caricias
del jazmín oculto en su palidez
desconsolado de silencio y delirio.

Di que todo fue falso,
nada pudo alterar
la silueta inconmovible
de la única ventana cerrada
donde aún a lo lejos
puede escucharse cómo
debajo de su cautiva soledad
a minúscula constancia se pierde
el rubí resplandeciente de los pétalos
de begonia en tintes de tristezas.

Tarde, muy tarde
descubrí los rasguños
del rosal y del cardo
dentro la orfandad del jardín,
otros ojos ya habían
disuelto su aroma
con sorbos de tiranía
el néctar de todas las malvas.

LAVA ARDIENTE
Coge tu aurora incandescente
con ella entre brazos, suficiente
será para esculpir toda imponente
al día esperado. Lo último del ausente.

Que calle ahora la tertulia incolora
de las noches filudas en su desencanto
y descienda del alto árbol de la morera
el remoto bostezo taladrante del lamento.

Todos a una con el cauce desahogado,
apuren a deslizar los bravíos y torrentosos
coágulos de lava desbocada sobre briosos
corceles de fuego bajo el volcán ya apagado.
De nuestro extenso valle sin igual y fértil
ha quedado poco, aún sobre el mandil
de sus colinas no puede apagarse la llama
de sus manos candorosas cual tierna flama.
Ahora sí, al otro día frente a la fundida
forma de hallar en el espacio toda perdida
la última mueca deslumbrante y pálida
de tu ausencia, terminaste toda esparcida.

LUZ AZUL
¿Hasta cuándo no llegará
el pariente a quien espero?
Acaso la tenebrosa lejanía
con sus atajos de cactus
habrían bloqueado
los vericuetos por donde solía
abreviar al silencio,
o tal vez
el caudal siempre inesperado
de aquellos agoreros nubarrones
en confabulación sacrílego
¿habrían tornado su insanía
en chubascos precipitados
y con sus sordos despeñaderos
arrasarían los últimos
vestigios con el cual guiaba
su rumbo de retorno?
Sigo aguardando
¡qué importa ahora
ni las borrascas, ni los páramos
sedientos de alevosías!
Sucede que la llanura
de las ansias de volver
a estrechar tus miradas
de incansable viajero
otra vez se conjuga imponente
junto a esta difícil forma
de ver renacer otro día,
otro día lleno de azul y luz.

POEMA
El rasgo deslumbrante, pendiente y frágil
dentro la copa cristalizada de luz
contiene tanta dulzura y dolor a la vez,
sólo eso es el poema, poema latiente
lacerante y mensajera de ignotas honduras
donde batallando el polvo de la vida
o cae la muralla humana o se sublima la belleza.

De la minúscula melodía que se impregna
en las huellas del tiempo oscilante.
Del candente y disparejo delinear ecuménico
entre penínsulas y bahías, pero siempre vivando
a los liberados caminos de los pueblos.
Junto a las palabras sin condiciones
ni voces timoratas, son ellas razón
suficiente para la inmolación del poema.

Cuida bien pues, viajero y poeta
de escabrosas sendas, la inspiración
y constancia de dulzuras que el existir están
llenos de caudalosos vertientes que procuran
siempre acompañar a las álgidas auroras, todas
transidas con el dulce carmín que da
el verso artero del poema humanizado.

Creo en ti poesía hecho de arcilla luminosa
en manos alfareras de quienes militamos
junto a la hoguera, aunque tarda, toda pavesa
se convierte en endurecida obra de arte
que jamás será derruida, así derritan
a los luceros. Tu poema resplandecerás siempre.

COLIBRÍ
Para la miríada
de colibríes (MA)
Extensos son los ajenos caminos
por donde deben pasar a diario
y con tanta dulzura desgarradora
el iridiscente vuelo del colibrí.

Palideciendo a los celajes majestuosos
turbando a más de un lucero
las alas vibrátiles y de espliego
se pierden en el tráfago multicolor
de una paleta honda, reluciente,
pendiente del bosquejo artero
de quién sólo sabe saciar su sed
con los matices incomparables del infinito.

Sigue legendario su orbitar pictórico
sin importar cuanta belleza se puede
diseminar entre el fácil canto
de la transparencia o el difícil grito,
grito oculto, luciente de libertad.
Todo al unísono se desploma cuando
en una sola ráfaga el colibrí vuela y canta,
canta su polifonía de luces, vuela
su eternidad plateada de manantiales.

¡Cómo quisiera, al menos, atrapar
por única vez, sólo una vez
la ternura de semejante púrpura y burbuja?
Llegará el día cuando bajo sus alas
Irremediable verso a verso, se ahogará el día.

PIADOSA NOCHE
Casi cautiva a la noche ilusa
le dieron de beber ajenjo
entre su turbia y obtusa
memoria, arrancándola de cuajo
su falso requiebro de musa.

Suficiente fue para estar tan silenciosa
hasta en los momentos más sutiles.
Dejó de deslizarse subrepticia y maliciosa
entre los devaneos escondidos con frágiles
y volubilidades de sierpe tan misteriosa.

Calla a veces en la inmensidad
de mágicas y embrutecedoras
pausas donde a solas sin piedad
cuesta abajo se echan las canoras
formas de aullar en la oscuridad.

Deletreando su curvada ilusión de cardo
se adentran las manos amantes y furtivas
sueña sobre la superficie agria del nardo
y tropezando tumbas añejas en silencio cavas
el agujero donde florecerá tu reinado.

.Esta es la noche furibunda y necia
cuando aprendí amar lo imposible.
Aquellos ojos fueron luceros sin inercia
en la lejanía azabache e implacable
en su forma de olvidar a la ausencia.

Noche paradigma,
noche contemporánea.
¡Vamos reclama!
toda espontánea:
al padecimiento fantasma.
© Orlando Ordonñez Santos, 2008

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