jueves, enero 12, 2012

ELIO N. BURGOS VARGAS. El Poeta Del Pincel

Impresiones de una entrevista Al Poeta Del Pincel

ELIO NÓBEL BURGOS VARGAS
En una conversación que tuvimos con el Poeta Elqui Burgos, radicado en París - Francia, menciona a su tío Elio Burgos con quien son familiares, refiriéndose Así: Me encantaría conocer la obra de Elio, pues es inconcebible que siendo familiares desconozcamos nuestras respectivas obras.
Para mí una sorpresa, teniendo ambos en común el arte, pero con espacios distintos, exista el interés de reconocerse a pesar de la distancia, Elqui en París con su creación constante en la poesía y Elio Con sus exposiciones de Pintura aquí en nuestro Perú.
Sin Embargo aquí a quién vamos a dedicar este espacio en reconocimiento a su noble trabajo es justamente al Poeta del Pincel, Sr. Elio Nóbel Burgos Vargas, quien con su experiencia, su riqueza artística y sus recursos en la percepción y ejecución de la pintura, se muestra tal y como es, una persona orgullosa de su trabajo, un autodidacta como muchos otros pintores del medio nacional e internacional,  siendo un observador nato de la franqueza de las costumbres de los pueblos andinos, pues abstrae con mucha deleite la impresión visual de los quehaceres cotidianos, la sencillez y sensibilidad humana dándole vida propia, buscando la armonía, el ensueño, buscando la verdad a través de la resolución que existe entre sus personajes, el medio donde viven y la naturaleza, aquel espacio donde todo adquiere una luz propia. Esa calidad profesional que ha ido adquiriendo a través de los años, con espacios silenciosos por algún momento, el cual le han permitido retomar su obra con más fuerza. Pues el menciona cuando es que se inicia en la pintura:
¡No sé si lo hice antes de nacer o si seguiré pintando más allá de mi muerte, pues hay una corriente que se basa en la reencarnación, un pensamiento por el cual me oriento, si habré cruzado antes de nacer o si seguiré!
Mencionamos que nuestro pintor también se dedica a la creación literaria y del cual mostraremos a continuación, pues él comenta que durante su vida artística, paso por momentos difíciles, tal vez por las diferencias políticas en el regazo de los cachablancas y por la libertad de su pensamiento, aunque de ello aprendió bastante, en el sentido de  explorar más el lado intelectual y desarrollarlo, de ello, ha logrado un espacio que le permitió encontrarse consigo mismo, en algún momento cuando fue exiliado de su tierra natal San Pablo de Cajamarca, pero reconoce que le fue muy provechoso para avanzar en lo que él siempre quiso.
Hoy busca en forma inmensurable la tranquilidad de su arte, con la música que le permite interactuar con sus cuadros, sus pinceles y sus pinturas de olio entre otras cosas. También reconoce la falta de identidad cultural de las autoridades y el poco apoyo que tienen los artistas jóvenes, pudiendo aprovechar aún más los talentos y las ansias de progreso de quienes recién se inician, sin embargo tiene poca fe en los políticos, por lo cual opta por ser autosuficiente con su trabajo creativo, que vivir de esperanzas.
En esta ocasión hago llegar mi ovación a este insigne maestro de la pintura, quién según los especialistas, está catalogado dentro de la corriente del Neo Impresionismo, pudiéndose observar la composición cromática, en uno de los cimientos originales de matices cotidianos, que sólo él puede advertir y por lo que sabemos todos, su obra tan basta brilla con luz propia, pues canta a la belleza de los cerros, los caminos cobran vida en los rostros de las personas anónimas, cada espacio expresa la ternura, como en el calor de una fogata, el ocaso de una tarde, con su voz de pinturas en el trajinar de los lienzos literarios de su imaginación, algo que hoy en día es difícil de alcanzar, salvo con una ardua disciplina, un buen corazón y la sensibilidad humana de su inspiración.
Es imprescindible mencionar  que nuestro Poeta del Pincel tiene un espacio compartido dentro de las artes plásticas de Cajamarca, ya que sus obras siguen un camino equiparable a las obras de los maestros Jose Sabogal, Camilo Blas, Andrez Zevallos, Mario Urteaga entre otros.
Recalco ¡El Poeta del Pincel, tiene la voz de pinturas en el trajinar de los lienzos literarios de su imaginación!
Mis más sinceras felicitaciones
Moshenga VIII Cabanillas
Poeta


DATOS BIOGRÁFICOS 

Nace en San Pablo de Cajamarca el 5 de abril de 1947; Hace sus estudios primarios en el  Centro Educativo  98 donde su profesor Manuel Rodríguez descubre su innato talento artístico y lo incentiva en ello.  Educación secundaria la cursa en la Gran Unidad José Andrés Rázuri de San Pedro de LLoc y la educación superior en la Escuela Normal Superior Victorino ElorzGoecochea, de Cajamarca donde se gradúa como profesor de Educación Primaria, con tesis sobre la pintura.
Como docente se inicia en las escuelas de Santa Rosa de Chumbil  y Totora de donde pasa a la administración educativa, como especialista  primero, luego como Director de NEC, Supervisor Provincial de Educación de San Pablo y Contumazá, retirándose a su solicitud y por presión política con apenas 20 años y meses de servicios aunque  después incursionó como docente en el ISP,13 de Julio de 1882 de San Pablo.
Es uno de los gestores de la Provincia de San Pablo y desde  l985 se dedica plenamente a la pintura siendo un autodidacta neto. Su arte es íntegramente fruto de su talento personal en base al conocimiento de la naturaleza,de la realidad, su obra entera es un canto pictórico, una poesía a la riqueza peculiar de nuestros paisajes, sus excluidos personajes, su pobreza,  sus costumbres y deja a la posteridad el legado de nuestra realidad.
Es un artista polifacético, aparte de la pintura dentro de la narrativa, tiene inéditos cuentos que recogen leyendas y tradiciones de nuestro pueblo e incluso  bellos poemas también relacionados con sus vivencias, leyendas, tradiciones y anécdotas lugareñas.
Como artista plástico, es una realidad de la plástica regional y nacional  dentro de un neo impresionismo según los entendidos, indigenista, costumbrista y figurativo, tiene un lugar propio en la galería de nuestros pintores por su exquisitez cromática y  compositiva, constituyéndose  en un embajador de la pintura cajamarquina como Sabogal, Urteaga, Camilo Blas, Zevallos, la crítica especializada así lo reconoce, testimonio de ello son sus grandes y exitosas exposiciones,la decoración de prestigiosos hoteles como “El Continental”, “El Gran Continental” de Cajamarca, restaurantes, Etc.diplomas, menciones honrosas, medallas de  oro como las otorgadas por el ISP. Victorino Elorz, Fongal, Concejo Provincial de Cajamarca,INC de Lambayeque, Banco Continental  de Chiclayo, Universidad Nacional de Trujillo. Ostenta la Distinción KunturWasi, otorgada por el INC de Cajamarca; Ilustres personajes como el Dr. Javier Alva Orlandini, el ex Obispo  de Cajamarca Simón Piorno, el  Presidente Alejandro Toledo entre otros muchos, cuentan con algunas de sus obras,.salas de los Bancos de Cajamarca, Chiclayo, Trujillo y galerías nacionales e internacionales exhiben sus lienzos.
“Elio Burgos, rescata la tradición estoica de los “CACHABLANCA” y lo plasma en  singulares pinceladas que traducen la fuerza expresiva de una inspiración arrancada de nuestra naturaleza plena de retos y contrastes. Sin lugar a dudas, los primitivos artistas que dejaron impresa  la huella de su presencia auroral en las pinturas rupestres de Cashorco, tienen en el sampablino Elio Burgos a un continuador de nuestra milenaria secuencia cultural”.
Email: elio_nobel@hotmail.com

Entre todo sus lienzos las dos primeras sus obras magníficas...


              Casona SanPablina            
                                             

La Barda Enamorada


Paisaje San Pablino


Carrerapampa (Paisaje San Pablino)


Aroma de la Retama


Mitaya


Atardecer Pacasmayino


Sogomayo 


Paisaje San Pablino


Bodegón de las Hortencias


Atardecer San Pablino


Vendedoras de Cartuchos

POESÍA  Y NARRATIVA DEL POETA DEL PINCEL
Es propicio la ocasión para comentar que el Pintor y también Escritor y Poeta Elio Burgos Vargas, dispone y alterna su pasión,  la pintura con las letras, disponiendo de una producción poética inédita, del cual titulan : Cantares de Despedida, Cachablancas, Intima, Una Tarde de Aguacero, entre otros; así mismo dispone de una narrativa compuesto por un grupo de textos llamados CUENTOS DE MI TIERRA, entre ellos: Aida el Escape, El Desfile de Perico, El Capataz, Las Águilas del Cashorco, los cuales se encuentran próximas en ser publicadas.


ELIO N. BURGOS VARGAS


CANTARES DE DESPEDIDA



N O C T U R N O  I

Cuando yo me vaya,
Nunca me habré ido;
Las inmensidades
De nuestros recuerdos
Se abrirán fragantes
Como flor de mayo
Aún sin tu quererlo,
Y como un milagro
Me tendrás al frente
En la lejanía
Del beso postrero
 y entrega sublime
Del último instante
Que pasé contigo.
Rebelde a m i suerte
Y ante Dios rebelde,
De aquellas distancias
 volverán cautivas
Todas mis caricias
Para estar contigo.
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N O C T U R N O   II

Cuando yo me vaya,
Nunca me habré ido;
Estaré contigo
Hasta en tus olvidos,
Como un sueño dulce
Que emerge en tus noches
Sin que me lo impidas;
Y haciéndome aurora
Y volviéndome día,
Cuidaré tus pasos
En tu travesía,
Y cuando la vida
Que tan cruel nos trata
Se ensañe contigo,
Reclámame entonces
Que de aquellas nubes
Bajaré a tu lado
Para prodigarte
Consuelo y abrigo.
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N O C T U R N O  III

Cuando yo me vaya,
Nunca me habré ido:
El eco insolente
De mis confesiones,
Cruzando el abismo
De las horas idas
Te hablará en silencio
De nuestras promesas,
De aquellas pasiones
Vividas a ocultas
En el torbellino
De nuestros deseos
Al pie del martirio
De aquel imposible,
Y cual Cristo nuevo
Saldré de mi tumba
Para ser tu sombra
Mientras tengas vida.
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N O C T U R N O  IV.

Cuando yo me vaya,
Mis hijos queridos;
Sólo habré partido
Cuando de éste mundo
También se hayan ido.
Me alcanzó el otoño
Y un fardo de sueños
Quedó en el camino,
Lo que yo les pido
Sólo es una cosa:
“Amor entre ustedes”.
No hay paz en la tumba
Si en los que se quedan
Se levanta el celo,
Se anida la envidia
O el desdén fermenta.
Dormiré tranquilo
Guardando sus almas
Cuando desde arriba
Los vea muy juntos.
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N O C T U R N O   V.

Cuando llegue el día
En que por fin,
No yéndome me vaya
Y me embarque a la nada;
Quiero irme sabiendo
Que aré en tierra buena.
Somos en la vida
Fugaces viajeros
Que andamos el mundo
Buscando el placer;
Más todo es mentira,
Falsedad, quimera,
Dicha pasajera,
Angustia, ilusión;
La vida es muy dura,
Tal vez  Dios no exista,
Quizá ni existimos
Y sólo soñamos,
Soñamos vivir.
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N O C T U N O   VI.

Cuando me haya ido
Amigos: si los tuve,
Tal vez no me vaya
Y me sobreviva.
La parva de necios
Que aún rumian rencores,
Los perros que otrora
Buscaron mi sombra
Y se escandalizan
Aun ladran mis pasos;
Boquirrotos rancios,
Pútridos fetiches
De molleras duras,
Alcahuetes del mal,
Su insania no enturbia
Ni ensucia mi nombre.
No debo indulgencias
Ni les guardo encono,
Su pérfido oprobio
No alcanza a mis pies.
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“ CUENTOS DE MI TIERRA”
   ELIO BURGOS VARGAS

“ E L   C A P A T A Z”
_ ¡Patrón, patrón!,  mis animales se perdieron niño! -  decía entre sollozos la “ Gualupa”.
_ ¡De que animales me hablas, india itilinga!, ¡cálmate y habla claro! , dijo don Arturo que estaba rodeado de sirvientes.
Ese día se había levantado más temprano que nunca. Estaba muy intranquilo. La llegada de la campesina y sus gritos le dieron un aire de  satisfacción.
Vestía de blanco, pantalón de montar, chaqueta del mismo color. Resaltaba por contraste con las llicllas y los oques de los ponchos de la indiería. Picho como era, no podía mirar de arriba abajo a su peonada.
Sobre una sonrisa marraja que lo hacía cínico y despreciable, se extendían unos bigotes cortos y canos, encima de ellos, una  nariz roma y unos ojos vivarachos retrataban a un hombre ambicioso pícaro y perverso.
_ ¡Mi toro mulato, patroncito, mi vaquita pinta ya no amanecieron, hay rastros claritos, lo llevan por la Chachacoma!
Era nomás lo que  esperaba don Arturo. Entró a su casa y al rato estaba montado al brioso “Azabache”, el potro preferido del hacendado. ¡Por la tarde estoy de vuelta, ya verán esos mañosos!, espetó, y desapareció cuesta arriba a Cajamarca.
El día se apirrataba ya sobre las faldas del Padrerumi, el frío comenzaba a sentirse en la hacienda. Un patio grande albergaba a la gente que conforme pasaba el tiempo iba en aumento. Se conversaban unos a otros sobre lo ocurrido, de rato en rato uno que otro salía al camino mirando la cuesta de la escuela.
_ ¡El patrón!, ¡el patrón con dos guardías!, gritó Santos. Todos se asustaron arrinconándose  espichaos lejos del portón junto a la sala del queso.
 Dos fornidos policías: moreno, abultado vientre, achinado, al parecer el jefe, fusil al hombro,  cerio, ceño fruncido  lo mismo que su compañero, sin contestar los saludos desmontaron y entraron en la casa hacienda junto a don Arturo.
Cuando las sombras de la noche envolvían la casona, salió el policía  más joven.
 ¡Venimos a investigar el robo del ganado, regresen mañana bien temprano!  Les gritó secamente y volvió a entrar a la sala donde el hacendado ofrecía unas copas como bienvenida a los recién llegados.
Nadie pudo dormir aquella noche, preocupados alforjaban sus angustias queriendo adivinar lo que harían el hacendado y los policías.
Una de las muchachas, vestida de fiesta llamó para la cena; en la mesa había licor, desde el proletario waspay hasta  el linajudo wisky. Vinieron los platos: papas, choclos, queso, quesillo, gallina azada, carne de carnero, algunas bebidas calientes como macho romero, panisara, a discreción.
El chino Ordoñez y su acompañante guayundaban sus ojos entre una y otra vianda, de ser posible querían devorarlo todo. Compartía  la cena el maestro de la escuela y en la sobremesa se planteaban algunas cosas.
Temprano dijo el chino, está citada  toda la gente, necesito una habitación, kerosene, una vela. ¡Ya verá cómo se asustan esos pichiruches!. El maestro que era un tanto callado pero observador preocupaba a don Arturo;  pretextando algunas tareas pedagógicas éste pidió disculpas y se retiró.
Bien de madrugada frente a la candela de un fogón. Emiliana con una pucana soplaba y soplaba apurando el fuego.
Doña Clara se esmeraba en mostrarse amable, quería que sus ocasionales visitas estén contentas, aparecía solamente cuando era muy indispensable y su labor estaba con las mujeres; trabajadora, siquicha a la cintura se amanecía en los terrados de su casa, golpe  a la callua tejiendo frazadas, ponchos, bayetas, pullos y todo telar necesario, no había podido darle hijos a don Arturo pero adoptaron dos: Coco, en realidad hijo del  capataz de la hacienda y Mechita una curiosa criatura hija de un pariente lejano.
Indecisa vacilaba si preparar un caldo verde de paico, chamca, ruda, y otras yerbas lugareñas con sus papas y quesillo, huevos de corral pasados o un buen caldo de cabeza de carnero con mote y su calentadito.
¡Hace frío mi estimado! Dijeron los policías cuando vieron que el hacendado se les acercaba.
_ Si, asintió  el recién llegado, pero acá les traigo un buen abrigo y les ofreció sonriente una botella de un pisco añejo.
¡ Caray don Arturo, Ud. sí que es preciso, esto es mejor que una frazada con orejas!. Cortemos pues la mañana, y empezaron otra vez los tragos.
Doña Clara en persona fue a llamarlos para el desayuno.
_ Pasen ya Arturito, la mesa está servida, acá  se enfría rápido la comida:
Señores buenos días, como amanecieron, dijo; Los policías  se apresuraron a darle la mano contestando el saludo y se dispusieron de inmediato a la invitación.
En la mesa, el Chino, que era el más  hablador dijo: ¡Uf!, esto si está bueno!, estos tamales, ¡Ni hablar!, ¡Este caldo nos deja nuevitos!, leche ya no señora, agregaron a una voz y se sumergieron en las viandas, las infaltables bromas y anécdotas de otras correrías como que diseñaban la estrategia del trabajo de ese día.
_ ¡El sargento se quedará  con la gente!, dijo el hacendado, yo iré con el guardia Jimenez tras los rastros de los ladrones, como es sábado quisiera que el profe nos acompañara, hice traer un caballo para él.
La comisión salió rumbo al lugar del robo desmontando a cierta distancia para seguir a pie. Pasaron adrede por un lugar fangoso donde se notaba muy claramente la huella de zapatos y llanques como si los ladrones hubieran querido dejar su marca.
_ ¡Mire jefe! , dijo don Arturo, ¡son de zapatos enteros, más o menos 42 ò 43 como los del capataz, ¡mire profe!, ¡ nadie más usa este calzado!  Y siguieron un trecho como para justificar la salida, luego dispusieron el retorno.
Por su parte el Chino Ordoñez, había hecho formar a todos los asistentes en fila, ordenando que entren de uno en uno a un cuarto oscuro.
¡ Entran, se arrodillan y agarran bien la vela encendida que está sobre la mesa!. Si no hay ninguna culpa, no pasará nada, pero la vela se apagará cuando lo agarren los bacsheros, sentenció  amenazante. Los timoratos campesinos que sólo con la presencia  de los militares se zurraban de miedo, zurciendo espantos, temblaban, un frío helado invadía sus cuerpos, sobre todo de aquellos que tenían algún pecadillo. Entraban lerdos, algunos no tocaban la vela, al salir les tomaba las manos;  de quienes no olía a querosene eran separados como sospechosos.
_ ¿Cómo te llamas, ladrón de mierda?, ¿Qué robaste?, ¡dime o te cuelgo de las bolas!, les gritaba.
_ ¡ Unas caspas de maíz pa’ su cancha de mis escueleros!, contestaba uno.
_ ¡Unas cuantas papas!, respondía otro, mientras el inquisidor anotaba en un cuaderno los nombres y cargos de los interrogados.
_ ¡Ajá!  Tienes que pagarle a don Arturo, indio ladrón.  ¿Qué más robaste?, ¡confiesa!
El capataz desacató la orden, rebelde como era, intuyendo la trampa, no se presentó al requerimiento de la pareja que fue en su busca. Más tarde delante de dos caballos, amarrado de las manos, soga al cuello como un Nazareno nuevo, zarandeado de acá para allá, corriendo para no ser atropellado, sudoroso y descalzo, un varón de regular estatura, entre treinta a treinta y cinco años de edad aproximadamente, altivez inexpresiva, frente amplia, rostro acerado por el frío lugareño, robusto, orgulloso de su estirpe, entraba como una piltrafa a la hacienda donde otrora fuera capataz. Todos lo miraban asombrados. Candelario Chavarrea, su eterno rival en las aventuras amorosas, shuiturao en un rincón, sonreía pero no se alegraba, en el fondo sentía rabia por aquella humillación; envueltas en sus bayetas varias mujeres dejaban correr sus  lágrimas por sus mejillas.
Todo el alboroto terminó con dos detenidos: El capataz y Feliciano Chegne. El último se había declarado culpable.
_ ¡Este me inquietó, los dos sacamos los animales y los llevamos a Porcón!, no me pegue, delató en una súplica cobarde. Naturalmente sus ruegos rodaron por los intramuros de la habitación, quien recibía verdadero castigo era el otro.
_ ¡Entre a verlos profe, converse con ellos, sugería insistente el menudo hacendado, quería disipar toda sospecha.
_ ¿Qué pasó, preguntaba el maestro que ingresó no para obedecer al hacendado sino que a tanta preocupación por el, había despertado ya la malicia. ¿Es cierto todo esto?, interrogaba.
_ Si, la necesidad. Este me inquietó para mi mal, afirmaba Feliciano, señalando a su compañero. Mire en lo que terminamos.
El capataz, estaba amarrado a un catre de madera, se lo veía cansado, adolorido pero sereno. Turnándose los policías, casi no lo dejaban dormir, acostándolo boca abajo le pusieron un costal húmedo con arena a la espalda para no dejar huellas y le dieron de palos, poniéndole agua en la nariz lo desesperaron. Parece que me ahogaba, contaba; silencioso sólo atinó a responder: No es cierto profe, al Feliciano seguro le pagaron para comprometerme, todo se debe a la cólera de don Arturo porque me fui de su hacienda.
El maestro le dio un trago del que estaban bebiendo en la sala.
_ ¡No se preocupen, sean fuertes, tengan fe, al final todo se sabe, la justicia siempre llega, ya verán!
El “Chishipacha” todavía brillaba en el firmamento que empezaba a teñirse de azul, las cargachas, pishgos y zorzales, entre los saucos y quishuares, inquietos, saltando de rama en rama, se aprestaban a cruzar los cielos con los primeros rayos de sol que empezaban a calentar la mañana. A lo lejos, el mugido de las reses entregaba a ese día una especial nostalgia.
Sin salir de sus chozas, los campesinos contemplaban una comitiva que cuesta arriba se dirigía al Troje y de ahí a Cajamarca.
Adelante: Trac, trac, trac, las elegantes manos de Azabache marcaban el paso, su jinete con una sonrisa de oreja a oreja, erguido y satisfecho, quería adivinar el pensamiento de cada uno de los que miraban a la distancia; rezagados un tanto, a pie y a la carrera, el capataz y Feliciano Chegne  devoraban el camino, cansados, pero seguían al patrón, las manos atrás, engrilletados, con un quipe de inquietudes en su pensamiento.
Angustia, dolor, incertidumbre, tristeza, pincelaban de un brochazo la condición circunstancial de aquellos parias del destino.
Montados en dos buenos caballos, los policías subían con el resto la cuesta de “la Pichana” arreando a los presos. Gritándoles grosería y media, los azuzaban.
_ ¡Sigan mierdas! , ¡corran cabrones!, sus maridos les esperan en la cárcel, ja, ja, ja.
A unos cien metros, más atrás, dos arrieros arreaban un par de mulas repletas de dádivas y regalos. Sobre la carga, dos buenos carneros sin protestar completaban la cosecha de los uniformados.
Pasaron cuatro días sin que se sepa nada de los cautivos hasta que por fin volvió don Arturo, por él conocimos que estaban en Huacaríz y que el fiscal pedía diez años de cárcel para cada uno de ellos.
La vida seguía con la rutina de siempre. Doña Clara, rodeada siempre de una veintena de campesinas hilando día a día la lana de sus ovejas, dirigiendo el ordeño, la cocina, tejiendo sus telares; el “ Candicho” enamorado ahora tras de Elvira madrugaba al rejo, los niños entretenidos en la escuela con su maestro, el resto, la peonada, golpe a las tareas diarias con su salario de hambre y sus deudas a la hacienda que crecían sin tener cuando acabar, en sus casas las lipas vacías y sus joijonas abrigando solamente la cancha y la harina. Don Arturo yendo y viniendo de sus acostumbradas tertulias en Cajamarca con otros hacendados y en sus eternos juicios por tierras con sus vecinos.
En Huacariz mientras tanto Feliiciano se cansaba de esperar su libertad, jurapando impacientemente aguardaba la visita de don Arturo. Habían  pasado meses y no volvía; por su parte el capataz no sabía que hacer ya, pensaba en su mujer, en sus hijos; sentía una  mezcla de dolor e impotencia, deseos de venganza cuando recordaba como su Zulema primero lloraba y luego en un arranque de valor, palo en mano como leona defendía a su hombre.
¡ A mi mariu no lo llevan, primero los mato diun palo desgraciaus!
Pero los guardias pudieron más y se lo arrancaron de sus manos, sus hijos abrazándose entre ellos lloraban en un rincón.
Amenazaba a su acusador exigiéndole  que diga la verdad, otras veces le hablaba de cuánto vale la libertad, sus familias, sus hijos que hoy más que nunca los necesitan.
_ ¡Habla la verdad!, le decía, o un día de estos te tuerzo el gañote!, ¡Cómo pues me jodes hombre!,
Somos amigos, pobres los dos y con familia, ya vez, tú también estas fregao, cosas pueden pasar a nuestros muchachos, a nuestras mujeres, los hacendados nos tratan mal, nos quitan todo; yo sé que don Arturo te pagó, no te odio hermano, diles la verdad y los dos salimos de acá, pueden matarnos hombre, no vez que es peligroso.
Los dos compartían una misma celda, así lo habían dispuesto las autoridades por el hacinamiento del penal y aunque lo sucedido los distanciaba abiertamente, tenían que hablarse.
Feliciano hacía muchos días que no podía conciliar el sueño, estaba siempre nervioso, a sobresaltos, sudoroso, despertaba muchas noches, siempre estaba a la defensiva, buscaba frecuentemente la soledad, noche y día su conciencia lo acosaba, sus pensamientos estaban en su familia, los extrañaba sobremanera, recapacitaba en cuanto le decía su otrora amigo, sus horas se hacían largas, interminables, se había convertido al protestantismo religioso buscando refugio a sus padecimientos y tormentos íntimos, a sus remordimientos, presintiendo que su estancia en la cárcel sería interminable, nada de lo que le ofreció don Arturo se cumplía y como iban las cosas temía volverse loco.
¡Cómo pude caer en semejante engaño de don Arturo!, ¡Cómo pude ser tan inocente, tan zonzo!, pensaba, ¡la necesidad!,¡la pobreza!, se consolaba, como buscando justificar su torpeza.
Serían la tres de la mañana, hacía rato que estaba despierto, una y otra idea martirizaban sus pensamientos que no lo dejaban tranquilo.
¡Este hombre no tiene culpa alguna, se decía, no merece estar aquí, siempre fue bueno  y justo con todos , su familia y él sufren por culpa mía. No, no debe ser así, no merece que así le pague.
Y no pudo más, en voz baja lo llamó por su nombre, una, dos veces, y al no recibir respuesta, se levantó de su cama y moviéndolo lo despertó.
¡Qué te pasa, que tienes miserable!, ¡deja dormir! Le gritó casi.
¡Perdóname!, ¡perdóname!, nomás puedo decirte, pero esto se acabó, ni tú ni yo merecemos estar presos. Menos tú. Es cierto, don Arturo me engañó prometiéndome dinero, tierras, y otras cosas; la necesidad me hizo aceptar sus ofertas, pero  he decidido confesarlo todo; no te preocupes pronto volveremos a nuestras casas, ya verás, aunque pobres pero libres.
El capataz no creía lo que oía, le parecía que soñaba, pero un abrazo fuerte y prolongado que contenía un propósito de enmienda franco, le hizo ver que era realidad, ambos eran víctimas de la insania maquiavélica de su patrón, de ese ser miserable que no tenía entrañas ni sentimientos buenos para la gente que trabajaba para él, que lo enriquecía con su trabajo.
El día los encontró conversando, analizando los hechos y buscando la manera de librarse del momento atroz que les tocó vivir este tiempo de injusticia, de abusos inmerecidos y llamaron al alcaide y por su intermedio a doña Flor actual patrona del Capataz la misma que con sus abogados logró que archivaran el caso y la libertad de ambos.
Doña Flor, el Capataz  y Feliciano, volvieron juntos, una alegría desbordante se veía en sus rostros, Feliciano reiteraba constantemente su pedido de  perdón a su amigo apelando a la absolución divina solicitándole a doña Flor le tome como su peón. No recibió absolutamente nada del hacendado dizque porque no cumplió con su palabra; el capataz, tampoco reclamó su indemnización por tiempo de servicios. Don Arturo en otra de sus haciendas tuvo problemas por linderos, de un balazo mató a su enemigo y terminó en Huacariz.
Ahora, lo que es la vida, Coco, el hijo del capataz es dueño amo y señor de la hacienda.

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Elio Nóbel Burgos Vargas
Poeta del Pincel
©  Elio Nóbel Burgos Vargas , Enero 2012

2 comentarios:

Jose Luna Silva dijo...

Excelente trabajo del Poeta del Pincel y una genial presentación de Moshenga VIII

GILBERTO MONCADA VIGO dijo...

Mi admiración al pintor y poeta Elio Burgos. Su genio, esfuerzo y trabajo son un patrimonio sanpablino.

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