sábado, febrero 26, 2011

Ingrid Chicote - HUELGA DE PALABRAS


NOTA SOBRE LA AUTORA
Ingrid Chicote (Caracas,1965) vive en Villa de Cura desde 1970. Terapeuta en Medicina Tradicional China egresada de la Universidad de Carabobo y de la Fundación Neijing-Maracay.
Combina este oficio con el de facilitadora de charlas y talleres sobre literatura, filosofía y formación socio cultural y política en diversas instituciones de Aragua y Guárico.  Dirige el Círculo de Lectura “Alejandra Pisarnik” en Los Colorados, localidad villacurana. Coordina el Plan Revolucionario de Lectura en Zamora y los Talleres de la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”.
Ha recibido reconocimientos por su labor como facilitadora, comunicadora, cultora y trabajadora comunitaria de instituciones como Revista Mujer-Fempress (Chile), Universidad de Carabobo y Maestría de Cultura Popular, Fundación Santa Teresa, FUNDEC-Ribas, Senderos Literarios, CRAM-Aragua, Fundación Zamoranos 94.7 FM, Asociación Mundial de Radios Comunitarias, Red Venezolana de Medios Comunitarios, Zona Educativa del Estado Aragua, Galería de Arte Itinerante “Armando Reverón” e instituciones educativas del Estado Aragua así como también del Instituto de Diversidad Cultural, entre otros.
Fue Oradora de Orden en los 282 Aniversario de la Fundación de Villa de Cura y recibió la Orden Ciudad de Villa de Cura en su única clase como Hija Ilustre del mencionado pueblo (2010). Ha trabajado desde 1995 con la Fundación Villa Literaria en la elaboración de planes y proyectos de promoción lectora, de la cual es co-fundadora, aunque ya no se encuentra adscrita a la misma.
Se ha desempeñado como Asistente a la Dirección, Coordinadora del Departamento de Redacción y Jefe de Redacción del Diario La Antena.  Ha publicado trabajos de opinión, ensayos, textos narrativos y poéticos en diversos medios impresos de Aragua como El Periódico, El Siglo, El Clarín. El Vigía, Hoy Diario del Sur, Revista Arahuaco, Revista Expresión así como ha sido coordinadora de páginas de literatura Infantil y universal y de género  en el Diario La Antena y en Hoy Diario del Sur. También ha publicado en los medios institucionales de la Zona Educativa del Estado Aragua y en diversas páginas WEBs.
Se inició formalmente en el trabajo docente como facilitadora de las Redes Socioculturales de la ZEA en el 2004 en el CEICO “Simón Rodríguez” (La Velasquera-Edo. Aragua) donde su trabajo le valió reconocimientos comunitarios y comunicacionales en diversos medios (Vive-TV) y actualmente trabaja en la U.E.N. “Bella Vista” en el Componente de Desarrollo Cultural.
Estudia Educación en la Universidad Nacional Experimental “Simón Rodríguez” núcleo San Juan de los Morros.  Su libro “Huelga de Palabras”  resultó ganador en la I Bienal Nacional de Poesía “Cruz Salmerón Acosta” el Edo. Sucre.

ALBORES DE UN SUICIDIO

I

Una mujer busca el suicidio entre las líneas de un poema que jamás será visto por sus ojos luego de su funeral.  Ella ha buscado sustantivos fáciles para introducirlos en su boca de tal manera que no quemen los ojos ni destruyan la temporalidad.  Ha buscado discretas líneas para vestirse después de asearse con la ternura debida.  Se prepara oculta para la nada.

II

Se ha desnudado ante el espejo, busca las aguas que se han perdido en la montaña y trata de verse con los nuevos ojos que le han amanecido en la mañana.  Discretamente alza la pierna al compás de la música, mientras el asombro de la caricia en el dorso del pie huye dentro de sus propias tempestades.  Asombro ante la muerte inusitada y los blancos arenales que jamás derriban a quienes se izan tras la cumbre de los vientos.

III

El viento del sur llega de lejos trayendo  prosperidades a la casa de los divagadores.  Encuentra oídos secos de esperanza en los cuales crecen diversas colmenas que jamás serán de mieles.  Los frutales se desconcentran desde la ambigüedad, mientras que la risa de la noche se plasma en las paredes como bala de salva.

IV

El viento y el hombre se vuelven cada vez más desérticos mientras que la esperanza se congela en la ebriedad. Parte de ellos el aliento marino con el cual los gases de la cocina preparan nuevas y más sofisticadas muertes en los hervores de la sopa que jamás se comparte de la misma manera en dos tiros de locura.

V

La mujer busca vestirse con todo lo que tiene.  Usa la bufanda con la que tiene esperanza de un final feliz, mas no la encuentra por los oscuros túneles de la tarde.  Vuela en el desencanto de la tráfaga ciudad, donde el asfalto crece con la misma velocidad que los escombros de la luna.

VI

Viaja poderosamente para alejarse de las turbulencias que la atraen. Sin embargo, a veces, pasa, que las ellas la consumen como una mosca.  La mujer se vuelve una rápida lagartija  que mira la noche.  Voces, ruidos, presencias inconclusas se vuelven tráfico de estampidas para un momento en los que sólo pretende concentrarse en la soledad de los páramos que sólo existen en sus sueños.

VII

El hombre trabaja lentamente para ir a buscar en octubre la luz del día.  Mientras que sus sueños son lavados de buenas nuevas, su corazón se vuelve un fatigoso andar de montañas inexistentes aunque la geografía es extensa a la vista y al olfato. 

VIII

Miles de mastrantales bucean ante la aparición del alimento, y netamente se resume en sí misma, sin que los deudores vengan a cancelar lo debido.  Pesca un sueño en una bota y cancela cuentas con las gradas vacías de piedras preciosas.  Encuentra voces, cuerpos desnudos, frases impías. Como si nada, duerme boca arriba sin que el techo le traiga alguna novedad.

IX

Finalmente la mujer encuentra el exilio de su propia desnudez para internarse en la luz humeante de la cocina.  La gente se recoge en la calle con las botellas vacías y ella  mira la posesión de la noche desde la ventana que no abre hacia fuera.  Toma un cigarro y lo enciende para ver si esa luz le encuentra un sentido a su destino.

X

Se suicida llena de perfume, con hojas nuevas y alas de colibrí,  sin usar bufanda alguna y sin ninguna prenda apretada.  Se sumerge en el misterio de la noche y canta en sueño para no despertar jamás.


DEL MEDIODÍA AL AMANECER

I

Me desentiendo de las sábanas por donde pasan los trenes.  Más allá de las montañas la tristeza inunda de sombra la luz del mediodía.  La tarde se fuga por los tremedales de la ausencia mientras el río fulgura en la lavadora donde los sueños salen húmedos para ser extendidos.

II

No encuentro las penas donde las había dejado.  Se han ido a colocar uñas a la peluquería mientras que las manos inquietas no cesan de ofrecer cantos a las 3 PM.  Más allá de la proximidad de la esperanza está el río que se fuga de verdes mientras que los insomnes están deambulando por las aceras.  Paro un momento la escritura cuando escucho los tiroteos que azotan de miedo las ventanas.


III

Vuelvo a sentarme en la misma acera donde dejé la escoba.  Canto una canción de cuna para mi misma y escucho a los trashumantes cantar en las avenidas del equinoccio.  Se van detrás del humo del cigarro que dejo partir sin novedad alguna para salir corriendo cuando la sombra de la tarde traiga las primeras estrellas fugaces.

IV

Ya la noche, caída sobre la casa, vuelca sus designios a la soledad de una habitación desordenada.  La sombra se ejecuta en una sinfonía de milmediaslunas que crecen en la ventana.  Las flores se acurrucan cuando las abalanza el viento.  La lluvia sigue en su tintineo de volcanes que se tragan su propia lava.

V

Me inquieta la madrugada con los gallos dormidos.  Los gatos pasean por el techo buscando algún momento para sucumbir de amores raudos.  Los escucho a lo lejos con sus ruidos de pasiones.  Se escabullen por las rendijas como la luz de la noche y amanece nuevamente.  La luz me despierta sin haber dormido con sus ojos de cielo y con su luna de aljibes que jamás verán el agua salir de su torrente.

NOSTALGIAS

I

Hoy llueve suavecito.  En el techo se escucha todo ese mar del cielo como una caricia.  Mientras tanto la noche va entrando silenciosa como todas las noches a mi cuarto. Recuerdo a Ifigenia cuando describía su mirada en los naranjos....
Me voy quedando quieta escuchando antiguas canciones que me recuerdan  la infancia ida, los primeros enfrentamientos a la muerte. Hoy he pensado en la muerte....

II

La vieja tramposa se acerca a mi cama y me trae  fantasmas de quienes amé.  Mi padre no termina de irse, mientras veo las botellas vacías en la calle, vacías de amor, como cualquier jugador de loterías.  Mis tías viejas, las amadas, regresan para recordarme los deberes de la mujer en la casa. La cama sigue en el vacío nocturno como cualquier mar sin ningún bañante.

III

¿Cuantas muertes tenemos que tener para llegar a una vida?  Promuevo risas y alimentos.  Aliento y esperanza mientras que la lluvia me recuerda que no se puede estar tanto tiempo enlutado.  Hay que vestirse de aguas y salir hacia la calle.  Dejar suspendidos los miedos en la mitad de la sala y emprender una nueva fuga ante la página en blanco.

IV

Regreso del mediodía. Encuentro a Silvia Plath en mi escritorio.  Leo que también oreaba las sábanas.  Olor de  agradable cotidianidad.  Sábanas limpias para las almas solitarias que dejan a un lado sus padeceres para encontrar sueños que no son muertes, tejiendo vida dentro de la razón.  Ariadna registra el baúl y encuentra el hilo de oro que salvó a Teseo. 

V

Las razones de la muerte son extrañas y de altas decisiones.  Nadie puede darle la espalda.  Nos acompaña obsesionadamente esperando la caída.  Por eso temo a la sombra que se desliza por las paredes.  Sin embargo, la enfrento para vivir en esta penumbra donde existo mientras que afuera la lluvia me canta que puedo seguir adelante.

VIAJE

I

Pruebo  suerte en el juego de  botellas llenas de nubes arrastradas por la otredad de la tarde mientras la luna es niña perdida entre equinoccios.  Me escampo debajo de la arboleda más cercana en la que las hojas caen para salir corriendo cuando el viento las corre serenamente.  Los corsarios asisten a reuniones mientras que los ojos salen preñados de luz en el amanecer.  Un diluvio azota el alma que  se mece discretamente entre las montañas.

II

Escucho la trémula presencia de las aguas subterráneas que vienen debajo del viaducto.  Los ríos quedan secos en los cerros mientras que los transeúntes se miran las caras desconocidamente.  Un fuego fatuo se lanza entre la selva y arremete con la huida de los colores primarios.  Vuelvo y repito la misma oración sin que el ángel de la guarda me escuche.  El camino se devuelve solo a la transición de la indulgencia.

III

Clavo estacas en  la hoja de papel marcando un mapa y la lluvia se encarga de multiplicarlo en  marejada.  Insisto en tomar nota de todos los pasos para derribar a los ángeles montados sobre cestas de flores.  Ellos insisten en que la ciudad ávida se vuelve intensa cuando perseguimos lo desconocidos.  Cubro de  hojas de maíz las máscaras, los disfraces y todos los implementos de belleza y salgo con  lucidez en la esperanza.

IV

Toco la puerta mientras espero que las llaves se derritan en la cerradura.  No salen los infantes de la casa y entonces comprendo que se han ido a alguna autopista a pasear por la tarde.  Encuentro tres flores en la entrada y un Rocinante en el centro de la cama cubierta de manantiales y rocas perfumadas.  El baúl de bisabuela se abre solo y de allí salen los barcos que trajeron las señales turbias y las runas que jamás aprendí a leer y que terminaron siendo fichas para los juegos de manos y abalorios.

V

El conocimiento de marea alta promete que las escaras de los libros se abran como cualquier herida para interrumpir la noche de truenos.  De ellas salen  palabras que jamás serán enumeraciones semánticas, ni diatribas de la competencia.  Emergen del néctar sagrado de los tulipanes que han crecido solos sin una gota de agua, mientras que los volcanes se acuestan en las olas para que las columnas terminen de caerse por la acción de los trapecios y los columpios.  Cuelgo el día en la alacena y me dispongo a viajar dentro de mi cuerpo prestado de vida.


DESCRIPCIÓN DE NOVEDADES

I

Involucro a la locura con algunos ejercicios de peluquería.  Me pongo un par de anteojos de agua para salir a la calle y entonces caigo en cuenta que mi cabello está largo naturalmente.  Vuelvo al espejo frente a mi cama y allí encuentro algunas canas de más.  Las desenvuelvo en un ejercicio de intimidad para regresarlas al moño que casi nunca suelto.  Las canas me hacen brillar las ideas y mas tarde las tomo con el café de la mañana que no hará otra mano sino la mía

II

Allá el señor de los ojos negros está sentado frente a un computador buscando que los impuestos no sean usados para la literatura.  Se vuelve huraño más que yo y entonces comienza a celebrar las metáforas que jamás están escritas en tercera persona.  Los verbos comienzan a jugar dentro de los ejercicios de gramática queriendo saltar de las líneas mientras que las notas musicales se colocan papel de aluminio ante los ojos para no ver quien las manosea y las araña.

III

Regreso al cuarto a observar la ropa doblada y el aire se perfuma de canela.  Recorro los rincones buscando el pasaje que seguramente tengo para un paseo cercano a la mitad del cuerpo.  El ombligo tambalea buscando su centro y entonces se da cuenta de que no es un ser aislado entre los fractales y los solsticios.  Se deja llover de pronto y salta a la pena máxima cuando se ruboriza ante cualquier frase inusitada que no espera encontrar a causa de la lluvia


IV

El teléfono espera que se acabe la tortura para configurar su propio perfil hacia los mundos avanzados que no permiten dormir a las señoras que se encuentran atadas a la perfección.  Se extravía en los rumores de una noche donde  la lluvia teje una historia entre distancias y recuerdos.  El instrumento de navegación marca nuevo ritmo a la aurora mientras que la tormenta pasa rauda en los avatares de  nuevas luces que siempre han estado en una caja cósmica.

V

Me levanto de la hamaca para tomar unas gotas de lluvia y enternecerlas con un abrazo.  Ellas se fugan hacia abajo llenando los espacios que se dejan olvidados en la terrible espera de tiempos mejores.  Entonces dejo los pies tranquilos y ellos reciben la locura de la caricia.  Siento en el dorso un girar de estrellas mientras que la lluvia me empapa de novedades y sueños.


EXORCISMOS

I

Perfectamente encuentro un par de limpiacasas en el baño con los que preparo el exorcismo.  Mientras que el humo se devuelve a mis pulmones, las paredes se llenan de sustancias extrañas que jamás saldrán de las baldosas.  A veces suelo limpiarlas mientras que la luna brilla en la regadera para deshacer los entuertos en los cuales las despedidas son atroces fieras de  nostalgia. El adiós es una continuidad  y para él hay que tener siempre la paciencia de las aves de rapiña.

II

La provincia se llena de cantos de cristofués en las altas montañas de lo ido.  La misma herida se abre en el mismo sitio y espera los mismos puntos de sutura, pero no la muerte.  A veces  parece estar llena de locura pero se encuentra transparente sobre la piel del alma.  Se vuelve errática y deambulatoria, filtrándose entre los cristales. Tuerce su destino mil veces hasta convertirlo en un paño mojado que se exprime con ambas manos.  Sin jabones, ni detergentes, ni enjuagues la herida se desvela y encuentra cuatro esquinas en el baño de la esperanza.

III

En la calle donde los gallos cruzan se encuentra la barca de los espasmos sutiles que se riegan en las nocturnas fugas en pleno mediodía.  La mañana transcurre diáfana en el motor de los aerocloset.  La ropa se enjuaga dentro de la costra y se cuelga sola en los percheros.  Sin ningún aviso la esperanza se pierde en el horizonte donde los gallos no llegan a pesar de sus cantos anunciadores.  La tristeza viene por el corredor con la luz de la terquedad y ante su insistencia de pasar a la casa, se le cierran las puertas en la cara rezando el trisagio para despedirla en audacia.

IV

La  risa esconde  la cara de los adioses.  Vienen y vienen con la misma exactitud de los relojes de arena.  Parecen no avanzar en las espirales de la conciencia pero esta vez, pese a la herida abierta y dolorosa, no hay sangre en el piso ni en los pliegues de la piel.  Resulta encarnecida la vida con el mismo discurso que nunca hablará de siembras ni de cosechas.  Los druidas nunca existieron realmente en este siglo que pasa en perversa oscuridad.

V

Huyo hacia la sombra donde los autobuses me recogen para irme en paz por caminos conocidos.  No pienso retroceder.  Me coloco collares de ajo para prevenirme de mi misma en visita a los templos de  dioses lujuriosos que encienden las velas de mi cuerpo para beberme, darme vida y marchitarme a la vez.  Les enseño la cruz, le pongo balas de plata a mi esperanza para que no sobreviva a otro día de albores secos.  Uso agua bendita para sacar  los demonios que me aturden y me vuelvo ceniza para no seguir buscando  las mismas respuestas que atentan contra mi corazón.

JUSTICIA DE TRIANGULACIONES
I

Agarro a la balanza que está de guardia y le quito los brazos porque el peso siempre lo llevo en la espalda.  No sé quitarme los puñales de fuego que me atoran la labranza.  Ando huérfana de libros de magia.  No sé donde dejé los hechizos durante la mañana del octavo día.  Aquí la justicia siempre está coja de sortilegios.  Pasa un heladero y en su campana infantil suelta los gritos de  niños que corretean tras ella.  No hay blancos arcoíris en esta estampa de tiempo.


II

El reloj deja que pase el tiempo sin ninguna arruga suelta al despertar  la noche.  Vuelvo a la fascinación del ocaso donde las lagunas se pasean ante los ojos sin ninguna duda inerme en el transcurso de los garrufios.  El planeta sigue su paso en un universo desconocido.  Sólo estrellas y galaxias se filtran por la ventana sin naves para viajar por oscuridades. Las estrellas son demasiado fugaces para la templanza.

III

Transcribo deudas anacrónicas en la libreta de  libros de contabilidad.  Egresos diarios sin ingresos pertinentes hacen fuga a la interpretación de ilusiones.  No existen las palabras de hombres dudosos.  Huecos en las paredes se estrellan contra cualquier olla de granos y en los líquidos de la noche los secretos se vulneran en la utopía que jamás llega a un punto de quiebra.

IV

Me uno a un ejército de amazonas y me desnudo sobre el caballo mientras los senos huyen en la  primera mitad del cuerpo.  Veo los ombligos tambalearse en lógica perfecta donde los vectores se suman o se restan haciendo figuras angulares sin medidas perfectas. Triangulación de la dualidad al sacar la cuenta de los subterfugios.  Anego la bañera y allí lanzo  pétalos de rosa mientras que el perfume se destiende en la cama.  Escondo las notas del pentagrama donde una vez cantaron los ángeles.

V

Detono la huida con una granada.  Enciendo el fuego a los recuerdos y allí los decreto con una medida perdurable para la diagnosis de lo imposible.  Me pongo las medias al revés para luego quitármelas de estorbo y dejo los pies desnudos ante el barro de los patios llenos de violetas.  Me giro sobre mi misma y decido retomar viejas canciones.  Dejo que los saludos pasen de largo y volteo la mirada para no tropezarme con lágrimas de  frutos perdidos.

BUENAS RAZONES

I

No sé si inscribirme en la guerra del fin del mundo.  Después de todo, todos somos lo mismo: huesos, carne, sangre y tuétanos que se mueven.  Tengo el derecho a elegir hacia donde reparo mis contingencias, si coso los ruedos de los pantalones, si me pongo un sostén de colores o si cargo cuatro reses en mi espalda.  Todo es cuestión de escuchar lo que el viento trae por la noche.  Ando como papagayo enrededado en líneas eléctricas.

II

Postergo el viaje al infinito por razones de hermenéutica y diatribas de exquisiteces tribales.  Me uno a la corte de quienes comen ciertas delicias cocidas con excusas.  Hoy es miércoles y aún estoy en esta tarde recibiendo noticias de viejos mundos con la posibilidad de irme hacia un horizonte más lejano y más libre que este que me arruga la espalda mientras que sigo viendo el hastío pasar por mi puerta con su vestido de colores fuertes.

III

Hallo un hueso de dinosaurio en el baño y lo escondo para guardarlo en la alacena que previamente he lijado de antigüedades.  Demuestro de un tirón que soy todo lo que existe en mis doscientos kilos de peso que sólo se desmoronan por ausencia.  No sale el sol por la parte del oeste puesto que por allí no es el horizonte.  Aunque es obvio aun hay que gente que no digiere la cardinalidad como regla exacta de la rotación del universo.

IV

Me compró un vestido para ir un momento a las Pléyades y escaparme de la escalera que compré a bajo costo con todo lo que cobro por las excomuniones.  Doy libertades para que cada quien se ubique en el cielo que prefiera.  No me entrometo en las lisonjas ofrecidas a las jóvenes que serán manoseadas hasta el cansancio mientras logran entender que el amor es un vicio que de nada sirve.  Dejar que el tiempo pase es una estrategia para pensar mejor en lo que menos se puede y los anhelos se meten en baño de maría para conservar cierta tibieza cuando los pies se cansan.

V

Proveo conciencia de leyes raciales para que nadie se escupa los ojos.  Saco cinco pestañas y con ellas hago cuchillos para que no me perturben.  Paso la hoja, paso la vida y cambio de consonante.  Uso nombres propios y dejo de sonar la pandereta.  Al final la seriedad se promete a si misma una carcajada.  Se mira al espejo y truena el eco de la risa.  No queda otra que ponerse de buen humor porque las buenas razones están de vacaciones.

DESARRAIGO

I

Dada la sed de razonar cosas del corazón quedo sin respuestas a tiro fijo de la esperanza.  Suelo armar rompecabezas con la mente en blanco pero ella se llena de colores pese a mi intento de permanecerla por el lado de las nubes.  Encuentro el rescoldo que desmitifica la clasificación de las anémonas mientras que las claves de sol circulan por las canciones que se estimulan en la madreselva que crece sin cesar en las ventanas grises y sin novedades

II

Estiro la almohada hasta la esquina y duermo con un ojo abierto para evitar la consecuencia de la huida por los tobillos.  Los amarro en el punto y medio de la sabana y en la mañana los lleno de desinfectante a ver si me inicio en una nueva situación ajena a la torpeza de los ciegos.  Desmenuzo los líquenes que no existen sino en las piedras fangosas de los estratos fluidos  alejados de las diásporas que me nutren en la afanosa tarea de la estadística pura.

III

Me desarraigo de límites y derivadas y las conecto con un golpe de pecho justo debajo del ombligo.  Las sostengo en la distancia con el respeto necesario para ponerle distancias a los resultados, evidentemente negativos.  No suelo abrir las quemaduras de segundo grado. Propongo el aislamiento de la viruela que aún me da a estos cinco años que tengo mientras que las canas reverdecen de pomagas y aljibes salados.  Sitúo el lugar donde pondré ciertos cuadros que jamás llegaran a ver la luz de la noche o el relámpago de los amaneceres en el treceavo mes de la constancia.

IV

Tuerzo el pescuezo a la muñeca de trapo traída a media luna en la cápsula de las monocotiledonias.  Establezco nuevos cultivos entre las baldosas de la sala y comienzo a ver como crecen los desparpajos en la terrible huerta que me ahoga por la mañana.  Crecen las selvas y las coyunturas elípticas mientras que la diafanidad se sumerge en los ríos de la Amazonía que una vez vi de lejos en un eclipse de luna.

V

Comienza nuevamente el desarraigo se devuelve a las gavetas de la memoria.  Todo tiene un orden perfecto que concluye en la eterna soledad a la que estamos atados por diversas causas de  leyes naturales.  No obligo a seguir esperando  la lavadora.  La lleno de enseres y produzco en ella nuevos y dolorosos dolores de barriga para que se vacíe limpia y pudorosa.  Lavo las ideas una y otra vez y limpias las vuelvo a meter con las sábanas que jamás he usado.  Los encajes se quedan esperando mientras que vacío mi corazón en esta calma que jamás será ajena a la soterrada universalidad de los solipsismos.


HÁBITO DE SOLEDAD

I

Procuro lentamente fugarme hacia el espejo para pasar lisa el examen de la crema de noche.  Guardo todas las sayas que me regalaron en una tuerca rota que saque de una calle de lana.  Pronto  la cama se sumerge en los mares de tormento por esta cumbre de solitarios amaneceres en la que los ríos suenan a piedras soterradas.  La lluvia cae en el hilván de la techumbre mientras las ventanas se estampan de cristales de azúcar

II

Promuevo la rebelión de las aceras.  Las dejo caer de cansancio con todos los papeles al poniente, mientras por ella se escabullen los gritos de la incertidumbre que atrae las horas de infortunio y desafueros.  La labranza de la epistemología no traen buenas noticias a los desheredados que no dejan de complicarse por el mismo asunto de cotidianidad que reflejan las tuberías desiertas.

III

Regreso a la biblioteca por los materiales que aún quedan allí.  Promuevo espacios para un debate con las fronteras de lo que jamás existe ni existió.  Me dejo penetrar los ojos por las teclas como el único oficio cierto y verdadero que vale la pena en esta inconformidad en la que los organismos vivos se vuelven amebas que consumen los intestinos y los hacen sangrar con los referidos dolores.  Las pecas siguen saliendo cuando el sol se concentra en la piel, mientras la negrura se instala en los bríos producto de los girasoles que dejan en la entrada de la viña sus colores de fiebre.

IV

Suelo cepillar los dientes y lavar el lavamanos diariamente para quitar las huellas digitales.  Suelo recogerlo todo como  ladrón profesional: los cabellos caídos en la cama, el papel en el cesto de la basura, las indiscretas toallas que dejan ver las huellas de la luna y todo aquel detalle que permite mi paso por la casa.  Las huellas en la mesa llena de polvo y me voy recogiendo para no dejar rastros de mi paso. De tanto realizar ejercicios de despojamiento voy soltando sotabrisas en diversos adjetivos que me reducen al sustantivo nada.

V

Entiendo que el asunto de la soledad pasa por la reducción de la presencia hasta convertirla en polvo. Palabras que nada tienen que ver con el alma, dedicación a canciones furibundas, a ciertos tópicos oftalmológicos, a  tensiones arteriales, a  cruentas guerras por territorio.  Después de todo quien se habitúa a si mismo jamás podrá compartir la individualidad conquistada.  La presencia estorba a quienes viven en ese hábito.

TIEMPO

I

Tapo la mitad de la cara para tomarme una fotografía que no muestre al observador mis puntos negros.  Levanto una ceja que jamás me acondiciono y voy de cerca hacia el exprimidor de cicatrices.  Me dejo en las conturbaciones de la matemática recordando que el uno es el único número que existe puesto que el cero es vacío.  Los números tienen tantas lecturas y usos que suelo hacer con ellos las funciones básicas para no destrozarme la cabeza entre las catástrofes ultravioletas que surgen entre el uno y el siguiente y así sucesivo hacia el infinito.

II

Pienso en las cuentas por pagar y entonces los números se encuentran en exactas proporciones en el tiempo y el espacio.  Ni más ni menos y mucho menos, menos que nada.  Así todo queda saldado exactamente en el tiempo previsto. Toda cuenta queda en tabla rasa por lo que puedo dormir a pata suelta mientras que examino con una gran lupa lo que queda en la cartera para no dejarla completamente exhausta de tanto que saca fuerza para la sobrevivencia.

III

Detengo la luz de la luna y le expongo que jamás venga por aquí a pedir prestado.  Nada que ver con alguna gracia.  Doy cuenta perfecta de todo lo que entra en mi cuaderno de contabilidad y los números cuadran de tal forma que con ellos puede hacerse un cuadro de colores perfectos que puedo colgar orgullosa en las paredes recién vestidas.  Es un asunto de economía estar apegado a lo necesario y cada vez mas desapegado de lo necesario.

IV

Los números resultan cosa estable en las tareas diarias.  Cantidades exactas de agua y sal, de granos ablandados por el calor del perfecto fuego, las necesarias tazas de jabón para desmanchar las franelas, las justas tapas de enjuague y así.  El detergente necesario para que todo esté en perfecto orden.  Cuento los días y los administro serenamente de tal forma que ellos, por sí mismos, se cuentan solos y asumen las tareas por hacer.  El oficio de los días también recurre a la matemática de la distribución puesto que en ellos se suma y resta para multiplicar lo que realmente hay que dividir.

V

Desarrollo el instinto del tiempo en el reloj de arena puesto que el reloj numérico es demasiado trágico.  Escribo las palabras necesarias en el tiempo justo para que nadie me arrebate el aparato en pleno parto.  A veces los partos tardan ciertos tiempos imprevistos y es necesario colocarse pitosin para que todo salga antes de que mueran los nacientes.  Todo el tiempo es necesario en el orden exacto de la nube.  Así que el único tiempo que me falta por incluir a esta cotidianidad es el de la caricia.  Tiempo desterrado de aquí por ausencia de tiempo perfecto para que todo confluya como dios manda.


SELVÁTICO

I

Toco la campana del tormento y me cuelo en la mitad de un jugo de frutas con cinco limones agrios para no pasar por dulce.  Me desnuda la locura y salgo arrastrando las ventanas que guindo en las muñecas como paquete de corzo para evitar las cacerías furtivas.  Los leones se consuelan a si mismos y esperan en la selva una víctima fácil para digerir.  Los sabores de las presas deben ser cercanos a la miel.

II

El tigre me toma por la cintura y me arrastra hasta su cueva.  Me quedo quieta mientras me huele.  No entiendo porque sus ojos se salpican de extremadura cuando percibe que no puede degustarme como a cualquier cacería.  Me he bañado con amargo de genciana y repugno hasta la otra la vida.  No puedo jugar con el tigre puesto que es necesario que su voracidad se mantenga lejos de mí y deje en su boca la resistencia del oficio de quienes estamos a salvo por suerte de lotería


III

Voy al río más cercano. Mientras me baño se diluye el poder de las siete vidas por venir.  No es necesario que me estruje con el estropajo que está en la esquina del edificio donde dejé la cartera y el vestido de novia que quemé en plena discusión.  No puedo echar para atrás la herida, sino empujarla rápido para que se seque mientras que derrumba en las fauces de  animales salvajes.  Trato de mantener la pulcritud para que no crezcan asombros infames.

IV

Veo el rostro de los saltimbanquis que provienen de circos de menores raleas.  Los escucho con la sordina puesta en el orificio mas importante para luego construir con ciertos discursos algunos vermífugos para las plantas.  Suelo encalar la tierra a ver si el ph se hace  adecuado.  No volveré a caer en las trampas de la atmósfera.  Toda la tierra tiene por sí misma los componentes necesarios para liberar oxígenos.

V

Permito un golpe de gracia en la mitad de la rodilla.  No voy a sucumbir a las genuflexiones que obligan a seguir a los crucificados hasta la iglesia de nadie.  Mientras que en la investidura se guardan las oscuridades de los curas del oscurantismos, con bayonetas traídas desde el sur y plañideras que ruegan por libertades que asisten a su funerales. Las mas enconadas templarias se despiden del individuo para congregarse a mares llenos en una marcha de dignidades donde juega un papel principal las venas de ciertas latitudes que aun tiemblan de indignación.

SERENIDAD

I

Consigo el color exacto para pintar de abecedarios las casas de mi vecindario.  Sencilleo el ocaso para que le devuelva el frescor necesario a los oréganos que cuelgan por las ventanas.  Deshago el balandraje de caminos y levanto sobre la vera el papagayo que está en la memoria.  Decido escuchar los hermetismos que se alejan de las simplicidades y vuelo rápidamente en la corva de las hojas de botellas que se alquilan en la medianoche del siguiente día. 

II

Rapto un momento para ver los cajones de madera que se dilatan en los calores de la penumbra.  Allí se encuentran ciegos a las pertenencias de los humanos.  Con cierto ritmo de mediodía establezco la cordura de la espesura y la envuelvo en hojas de papel de seda con los que hago origami para mantenerme al día.  No encuentro en las formas de la geometría las nubes exactas del vuelo de  gaviotas


III

Regreso de un viaje de cien mil millas con el pie derecho siempre con la misma molestia del gran despojo.  Culebreo en el zigzag de la máquina las cortinas por coser y encuentro la turbulencia de la espuma con los humores de la gratificación.  Dulcifico algunos amargos de café mientras que el sabor de la genciana seguirá siendo del mismo tono azul de la tarde que se acuesta a debatirse entre los discursos de los cables de la electricidad.

IV

Las tormentas se preparan para las próximas tardes en las cuales la esperanza lanza grandes rayos para desordenar la noche.  Todo estaba quieto hasta que el clima se cundió de perros y piojos y los escozores se brincan en el cableado de la calle.  Los ritmos de la luna son exactos como las costas que se cargan de olas para barrer  arenas que se mantienen en la misma cantidad.  Los pies cansados se derriten en la casas de los necesitados mientras que todos estamos necesitados de la misma cantidad de afectos con las diferentes caras de la nostalgia.

V

Trato de concentrarme en este calor que me empuja los sudores.  Mientras que las sorpresas van y vienen de las ataduras a los cristales, me muevo en la lúdica para escuchar lo estético que juegos de  manglares y árboles sordos encubren. Estrategias de  guerra.  Quito el borde de la escalera por donde acostumbro a subir todas las noches y encuentro al final de ella la hamaca que me espera como si fuera una larga cobija que hay que destejer por la raya del medio.  Me ubico en la galaxia de lo foráneo y encuentro unos ojos con los cristalinos blanquísimos que se sujetan a los anteojos de la serenidad.

MALAS PALABRAS
(Carta nostálgica a Librada Zapata, quien se llevó en noviembre su carterita de colores)

I

Aligero el paso para no tropezarme con la bestialidad de la tarde.  La imagino quieta con su cuchillo guardado debajo de la camisa.  Es entonces cuando surgen las palabras exiliadas de los diccionarios. Las que se encuentran en la esquina de las calles, de los barrios, expuestas al sol y al sereno como cualquier remedio para el asma o los riñones.


II

Proliferan como los retoños de cayena en el inicio del invierno y como cada vez hay menos inviernos se inventan nuevos rituales en tierras secas en las cuales los caballos son torpedos de angustia en los grandes chaparrales que cubre el verano cerca de los pozos de agua llenos de garceros.  Es entonces cuando se dice pa dentro cualquier grosería para no decir cosas sobre dios y la hermosura


III

En las grandes ciudades no tropiezan los ojos,  Una tiene que tener cuidado por si acaso la tumban o la agreden en cualquier parada.  Los miedos escapan por las ventanas de los autobuses mientras una va pensando en el poema perfecto que se olvida cuando al llegar a la casa recuerda la deuda por pagar, las tareas por hacer, los productos por comprar y la nueva lista de implementos que necesita uno de los hijos para la tarea del siguiente día.  Entonces una se queja pasito: qué vaina!

IV

Al levantarse e ir a la oficina encuentra los discursantes que jamás hacen nada para nada sino repetir hasta el cansancio lo que otros deben hacer.  Se aprenden las tareas que se resumen en ciertas funciones estadísticas que jamás harán un papagayo o un arcoíris de colores ralos o un poema en la pared.  Ojala se aprendieran los poemas y los convirtieran en grafitis sin importar la ortografía: una también se expresa con ciertas palabras para el asombro.  Quizás la que usted esta pensando.

V

Luego, al salir a tomarse el café de la mañana encuentra a la misma anciana caminando para comprar las legumbres con la que le hará el almuerzo a los hijos.  Con la misma sonrisa y las mismas quejas sobre el dinero.   Hurga en su cartera algún sencillo y dice lo mismo siempre.  La pedrería barata guarda toda su alma llena de esperanza y olores de hogar.  Es entonces cuando la ternura también se expresa en esas malas palabras con las que una defiende lo pendeja que se pone cuando el corazón se le acelera.


UTOPÍA

I

Tráfagamente devuelvo al horizonte una línea para proponer algunos cambios universales.  Poner a andar el reloj sin horas precisas, soltarse el cabello sin tener miedo a la caída, ordenar los conjuntos de sílabas métricas sin ningún orden y deambular por las estadísticas sin ser una de ellas.  Esta utopía sería realizable si le faltara cerebro a los árboles que constantemente se secan por falta de agua.

II

Es así como devuelvo la esperanza a la antigua luna. Cueva en la cual saltaban risas de huidos.  Después de ella su color cambió para evitar los implantes y desdibujar a los habitantes de si mismos robándoles la habitualidad que está sumergida en los mares del escarnio.  Propongo entonces nuevas leyes para esa dialéctica en la cual la guerra es la paz de los refugiados en polvo de caminos de piedras.

III

Supongo que la historia cabalga sobre algunas nubes en las cuales las más sorprendidas son las aves que surcan algún cielo y se confunden de dueños.  Sin jaulas para sus alas se están preguntando si las cosas que ven arriba son tal cual las miran o hay esperanzas de echarle ojeada nueva.  La angustia las saborea y chocan entre sí buscando algo de refugio en páginas de  libros que aún no se escriben.

IV

Hay levantamientos de bombas en los círculos de ciruelas del trópico. Ellas se hacen una mueca con la boca que tienen para soportar tantas piedras en su contra.  Se devuelven a sí mismas a los gajos que antes soportaban infantes en cualquier geografía y están hartas de escuchar los tiroteos nocturnos como cosa de la naturaleza.  ¿Hasta dónde seguiremos en esta ruta de muerte y vicio?

V

En todas las geografías las aguas se están devolviendo hacia sus orígenes y reventaran en algunos volcanes que jamás las dejaran filosas.  Insomnes se vuelven cuando el miedo a los químicos se desnuda sobre ellas dejando todas sus impurezas para que los bañantes se despellejen cuando las usen.  No veo el horizonte que propongo y cada vez está más lejano de la mirada.  Me pregunto si será ceguera del soñante o será la muerte que me propicia el sueño.

HOMBRES

I
Anuncia la madrugada esa espada con la cual se abriga la noche. Derrama la ternura sobre los cuerpos tendidos y asciende hacia el corazón la esencia del hombre.  Busca sus sombras en el paisaje que se llena de asfaltos y malezas para encontrar un camino de ternuras que a veces lo pierden dentro de si mismos.  Logran encontrar al azar caminos entre la selva perdida, que inclemente en el paisaje, se deja abotonar de esperanzas frente a la imagen que les devuelve el reflejo de lo que no están seguros o sí.

II
Los ataques subversivos a lo que representa lo masculino, proviene de los excesos de terquedad. Hombres que deambulan en los pensamientos para elegir entre las muchas donde desembocará su rio. Todas queremos bañarnos en ese lugar donde las aguas fluyen hacia arriba y soñamos nacer de las manos que no emiten sino caricias, en lugar del golpe acostumbrado.  Ojalá se pudiera ordenar a la especie de franca fuerza un decreto donde las palabras y hechos no fueran puñales, sino ese crepitar de luz en los latidos del corazón.

III
Viajan en todas las direcciones con sus caras de trasnocho por el trabajo realizado, mientras buscan en sí mismos un encuentro con la fe que los tome de gracia y los llene de ternura. Olvidan a veces la necesidad de protección porque quizás en sus sueños han de sentirse protegidos por la noche, femenina, que al contacto, les besa la espalda. Quieren sentirse únicos y lo son cuando logran asir por la cintura la mañana. Únicos y hermosos se muestran cuando se quitan la máscara para quedarse desnudos consigo mismos. Son retazos de vientre que se acercan a la vida.

IV
Puede que algunos se distraigan en trabajo. También huyen, como nosotras, de la inminente caída a causa de la tempestad del alma. Quieren una brújula que los encuentre con el horizonte de ojos, donde al reflejarse, sean espejos de afectos.  Son -niños que dejan las flores escondidas en la memoria para verse llenos de fortaleza, que nadie les pide.  Fortaleza que es dureza, necesaria ante la fragilidad.

V
Se baten en cualquier mesa de bar lejano las balas perdidas de la memoria.  Siguen jugando a policías y ladrones.
Mientras corren por los campos del des-olvido, eligen no recordar los primeros tiempos porque la ternura es peligrosa.  De allí sobreviven a los ojos que los reflejan, a las manos que los llenan de caricias y huyen por cualquier rendija de ventana, buscando otros espejos donde mirarse para encontrarse a si mismos.  No saben expresar afectos porque fueron enseñados a ser lo que no son, en medio de los miedos, de las terribles mujeres que los paren para que no sufran, en medio de esta tierra madre que les exige dar hasta la última gota de sangre por compromisos que van más lejos que las nubes de polvo. El histórico compromiso de ser los héroes de la constancia.


CADENA ALIMENTICIA

I
Regreso al paisaje a buscar la sombra.  Me someto a exámenes de conciencia y encuentro un caballo hermoso que avisa de libertades posibles.  El viento deja que los pensamientos sean nubes que se concentran en la atmósfera mientras que abajo, en la densidad de la tierra, la lluvia es el orden perfecto en el que emerge un corazón de sirena.

II
Me quito la piel y la cuelgo en la ventana para ver a través de ella el paisaje que suele llenarse de lagunas y aves de cacerías.  Escucho en silencio y me escondo detrás de grandes pastizales para que no me vean,  mientras camino en dirección de olores que perturban. Sueño en la tarde con los ojos abiertos, pero la tarde se esfuma.  La luna, en menguante, avisa de posibles despedidas.

III

No suelo quedarme con la voz metida en las profundidades de la nada. Hay tanto que mirar mientras que la noche sigue despierta en las ruinas que me desnudan. Allí me crece la piel nuevamente.  Con ella salgo a la calle estrenando sonrisas y con un corazón hecho
de fuego para no rogar regresos.  Me detengo a la mitad de la carrera y paro el tráfico y dejo que los aviones aterricen en mi nostalgia y que los caballos me dejen en una parada segura.

IV

Regreso a los bosques buscando inclinaciones para la escritura cuando la misma se proyecta como un hilo de oro sobre el cuello. Nada que ver con diosas que escriben historias de hombres encendidos por la cacería.  Al fin y al cabo la cacería es muerte decretada. Oficio de antiguos ritos en los cuales la fuerza siempre será desigual. Las aves no portan armas.

V

Como todo está predicho en la naturaleza, en la noche los lobos salen a tomar aire y si tienen hambre pueden comer cualquier cosa que esté a su disposición.  El lobo sigue sus instintos y se mueve suavemente.  Ya sabe donde está la presa. La toma seguramente y la engulle. Satisface su necesidad primaria y la presa, desprevenida, muere, como toda historia de la cadena alimenticia.

HUELGA DE PALABRAS
(A dios, quien es indiferente)

I
Es verdad.  La verdad no existe ¿Entonces qué se acerca a la verdad?

II
Busco estar afanosamente.  No estoy en ninguna parte.  ¿En dónde estoy?

III
Las flores no deben arrancarse.  Lo aprendí de una jardinera.  ¿Por qué quisiera deshojar margaritas?
IVSi las palabras salen con torpeza y se convierten en afilados cuchillos ¿No es mejor educarlas calladamente?

V
No sé por donde viene la aurora.  Sin embargo llevo toda la vida cazándola.  ¿Qué hago con esta guirnalda de esmeralda?

VI
Tropiezo, en mi ceguera, con las escaleras que suben, mientras bajo por ellas.  Nadie puede ser tan torpe por tan largo tiempo.

VII
Tomo el lápiz para hacer varios manteles. Descubro que no es el instrumento apropiado.

VIII
Busco un abrazo debajo de la cama.  Sólo encuentro medias y zapatos.
¿Será que la cama es un naufragio?

IX

Mientras huyo por los ojales de la camisa, la lluvia me somete a estar en quietud.
¿Escampará dentro de los sostenes?

X

Procedo a escribir una carta comercial para que el amor no se cuele en ella.  La matemática es exacta  ¿Será que estoy enloqueciendo?

XI
En vista de la sinrazón hago una huelga de palabras.  Las cuelgo por todas las paredes y me dirijo a una marcha para buscar el sentido.

HERENCIA

IHeredo cuando la importancia de los asuntos se queda dormida en el mueble.  Los árboles crecen en los cuadros de la casa, mientras las voces de los atuendos se despiden dulcemente por la ventana de los silbidos que jamás cesan de estar llameantes en el pleno siglo de la luz.  La carretera se llena de agua imaginaria mientras cada vez mas el sol golpea el horizonte con el espejo que se detiene en los lugares en los cuales el hombre organiza su mirada insomne de día sin lluvia.

II
Se hereda el paisaje, el tono de la voz, las miles de palabras escritas en la oscuridad de la ceguera que derrama la crin del caballo por la sabana.  No hay lechos de rocas en las tijeras de los ríos que se secan prudentemente mientras que las arbitrariedades de la naturaleza se unen con la bestialidad de los alacranes que saltan cuerda en las casas de bahareque.

III
Tolero los gritos de la historia que repite al oído las miles de palabras que obscenamente se derriten en las sílabas tónicas de los poseedores de incienso. Se hereda la condición de la distancia, la huida precisa en un paisaje, la cabalgata de una tarde que se riega por el monte mientras que los ojos se agravan ante la belleza verde que posee la tarde de los baquianos. Se hereda la lejanía de los paisajes urbanos que dejan de ser humanos.  Todo sepultado en concreto. El sol se siembra en la platabanda de los edificios por donde se riegan las cenizas de los hombres aturdidos por la muerte.
IVEdificamos ventanas de casas cerradas.  Todo tiene un ritmo y una pausa en la cual las cosas comienzan a fugarse por un orificio del tiempo lunar, por los ojales donde los botones de la habitualidad tratan de cerrar las camisas abiertas que se usan en la mañana para vestirse de gente, como si la ropa fuera necesaria en la eternidad de un paisaje completamente alejado de la ruina que consume a los seres que lo piensan.

VHeredamos la inteligencia, los genes perfectos, las ignorancias y las violencias que determinan matar los sueños. Un corazón incompleto.  No se puede tolerar la herencia de vestidos sin usar, ni los miles de jabones que jamás limpiaran la angustia de los dolores causados por los torrenciales aguaceros donde trueno y relámpago rompen la piel y la generalidad de la belleza.  Terminamos heredando el ruido de los trenes que van a matar los paisajes de la soledad en los viejos tremedales donde sucumbe la tristeza.


INDIFERENCIA
(Carta aérea a Jorge)

I

Tolero que dios no me responda y pongo en duda su existencia por su ausencia rotunda. Dios se ocupa de crear diariamente nuevos universos y formas de comunicación en los agujeros de gusanos que se conectan y se desconectan.  Estudia cuidadosamente cómo dejar los electrones en la boca de las singularidades, mientras que otros que se cargan negativamente van directo a ese lugar que es un espejo oscuro que tampoco tiene respuestas conocidas.

IIDios responde con la entropía y con toda la carga de la incertidumbre en claves de sol. Deambula por los círculos concéntricos de las arrugas del universo ejerciéndose en multiversos, catástrofes ultravioletas y miles de soles oscuros que sólo brillan hacia dentro buscando un norte donde la gravedad los atrape en la atmósfera que los contiene.

III
Dios se ha dado a la tarea de ejercer la hermenéutica y pone en duda las lecturas, los ojos, las manos.  Busca inquietamente en el reposo un lugar donde la habitabilidad sea una utopía.  Dios no responde a la nostalgia, ni a las miserias, ni a la violencia.  Mucho menos es capaz de cantar una canción de amor.  Sin embargo, ante tanta plegaria dicha, seguro que no es sordo. Es indiferente.

IV
Dios se convierte en estatua de yeso en las iglesias. Abandona su tarea de escuchar. No es capaz de escribir una fe de errata en las nubes.  Se pasea silencioso entre la gente y no es discreto con su porte.  Todos saben que existen pero todos apuestan a su autismo.  No reflexiona sobre los aconteceres humanos. La duda surge cuando se levanta la mañana y sigue la vida sin ninguna respuesta práctica.

V
Dios es egocéntrico.  Por eso vive solo en el universo.  Se basta a sí mismo para crear y hacer cosas sin importarle que sean útiles o no.  No necesita nada para sostenerse en el tiempo.  Es un ser que tiene privilegios especiales y es por eso que elige su formas de exclusión.  Sin palabras y sin reflexiones aleja el mundo hacia la eternidad.  Dios se aísla a sí mismo porque nadie jamás podrá igualarse a él.  Su discurso-silencio es su mayor arte.  No hay iguales para su poder.

ALBAHACA

I
Sobrevivo el día de hoy con el olor a albahaca entre las manos.  Me siento a la orilla de la cama y todo un nutrido grupo de perfumes llega hasta a mí sin que yo pueda hacer algo por evitarlo. Alucinaciones de corazón inquieto. No encuentro dentro de esta habitación un horizonte que me hile la mirada con el paisaje (que es horizonte). Entonces te vuelvo a sentir como la primera vez en la que me tomaste desprevenida en medio del asombro.  
II
Recibo la inclemencia de esta lluvia en la ausencia de tus ojos. Retiro fuertemente el pensamiento para que no estorbe durante el día, mientras huyo de ti calle abajo entre consonantes y vocales que jamás han sido escritas.  Encuentro en mi espalda los dedos que juegan con alguna cicatriz de la niñez y tiemblo por dentro a pesar de la calle, la lluvia y este olor que me persigue.

III
Mientras que todo se vuelve un río desde el cielo, las nubes viajan con su carga de limpieza.  Hallo en la puerta del abismo un secreto que no cuento y entonces todo se transforma en rayo de luz: la mirada. ¿Dónde estas metido en este mundo que me persigue sórdidamente sin que aparezcas nuevamente por este rincón del mundo?  Ven con tus manos todas a buscarme y llevarme al infinito.
IV
La vida es luz en la sombra de un enorme árbol que hace cercanía en los afectos.  Trato de encontrar esa sombra plácida en los rincones de la suburbia estación de invierno para que las heridas no sigan alertando la gracia en los momentos de súbita crecida.  No encuentro donde dejé las aguas rotas en la niñez después que tus manos han crecido para el abrazo del instante en el que me sumerjo como una hoja que se deja llevar por la corriente de este río.

V
Quiero no será la palabra que te encuentre.  Es el camino el que te lleva lejos y te acerca a la vez de los fantasmas.  No puedo detenerme en el ojo que me mira de lejos también y sucumbo a la huida para no dejar rastros de albahaca tras de mi. Encuentro las semillas en cualquier rincón de la casa y en la cama que nace sola de este sueño. Crezco en el crepitar de las hojas secas que siempre vuelven al amanecer lluvioso de la estación del mes de Julio.

UNIVERSO

ILos sustantivos cuando se convierten en adjetivos y viceversa lunecen redimensionando las distancias. ¿Dónde queda la diferencia entre un nombre y un calificativo?  ¿En el pleno centro de la esperanza? Florecen como amarilleando el camino de la resolana.  Ya el desierto indica agua cuando la mañana entra por la puerta sin avisarle a nadie.
II

No sé en qué momento amaneció exactamente. Nunca podré entender este juego de la geografía cuando los planetas siguen su rumbo indiferente de quienes los piensan.  Pasean alrededor del sol. Le dan el frente o la espalda a la luna.  Siguen su rumbo sin horas exactas.  Sin palabras.  Sólo traslación y rotación perfecta y solipsismo.

III
Quien está contenido dentro del juego estelar está a punto de convertirse en una espiral cósmica donde no hay principio ni fin ni estrategia para detener o adelantar el paso de los acontecimientos. No puede prevenir los choques de las estrellas fugaces ni tampoco los agujeros negros.  ¿Donde se hallará la oscuridad galáctica? ¿Hay un punto exacto de la astronomía donde la entrada a otras dimensiones sea certidumbre?

IV

Los flujos estelares se mantienen en la ruta cósmica de las canales superficiales de las lunas de cualquier planeta sin nombre conocido. Brillan en la pleamar de una dimensión que no tiene sino expansión y gratificante estado de unanimidad. Son a pesar del hombre, de la contaminación, de dios, de la persistencia, de las reflexiones sobre los pequeños seres que habitan en las entrañas de la tierra.  La infinitud de lo pequeño.

V
Si me ubico en las palabras de este idioma que apenas se entretiene entre los juegos de las retretas de letras, uso las mismas para construir algunas puntas de eje donde se sostiene la mecánica de lo que aún suele llamarse equilibrio.  Suelo amoldar el mastique a los vidrios de las ventanas y sacar los golpes de la carrocería con algunas cremas de flores silvestres. Detengo perfectamente en el pecho la docilidad y me revuelvo de planetas, luces, sombras y miles de incógnitas sobre el viaje del universo.  Si la tierra se acaba algún día.  ¿Sobrevivirá este ejercicio?

LLUVIA

I
Al fin se prepara la lluvia.  Las gotas están por caer encima de este pueblo inhóspito y enrevesado. Este pueblo que tantas gentes buenas ha parido tiene algo en sus calores que deja las puertas abiertas a la desidia.  No se porqué aún permanezco aquí, entre tantos latidos sórdidos y de tercera clase que no sirven para alentar la mañana.

II
Pienso en el paisaje de otros horizontes.  Sueño con una huida plácida hacia nuevos amaneceres.  En alguna playa que aún no conozco de aguas quietas. No suelo dormir tarde pero el calor ahoga cualquier esperanza de un sueño tranquilo.  Mientras que las únicas aguas que me descubren son las de los chorros que se mudan al baño de mi casa y allí permanezco soñando con aquel río.

III
La arena se desliza bajo mis pies entre la terracota del piso.  Limpio diez veces al día para que permanezca lustrosa y pueda ver mi cuerpo desde arriba y sobre ella.  Es roja como este calor de la noche y los quejosos se vuelven sombras en las esquinas.  Las risas de los acostumbrados se entremeten en la almohada y no se percibe en ellas ni sueños ni espacios de nuevos caminos.

IV
Suelo tener cantos para prodigar amores.  La música suele quebrantar los dilemas de las vocales que no conducen a verbos copulativos. Ya viene la lluvia y la veo desde esta ventana abierta permanentemente.  No hay brisa sino este cantar de gotas que se asemeja a la noche oscura donde los encuentros son imaginarios. Hasta la lluvia parece un fantasma que nunca termina por aparecer.

V
Con todo este olor a resedá que trae la locura pienso en olores más audaces.  Tierra es tierra entre las manos y con ellas se construyen cantos y casas. Si no fuera por el agua la tierra no se convertiría en la amalgama de las tinajas que enfrían la tarde en las frescas pausas de los caminos.  Ofrezco mi agua serena.  Pregunto si alguien quisiera tomar de estas aguas serenas guardadas en tinaja de vientre. Dejo la lluvia caer de pronto. Doy permiso al cielo para que abunde la noche de aguas.  El cielo se desprende en si mismo y entonces, los fantasmas vuelan o soy quien vuela como fantasma.


INSOMNIO

I

Las escaleras están solas en el descanso de la noche.  Se aburren de no escuchar a nadie transitarlas y se desperezan hacia las ventanas buscando oxigeno.  Alejan a los gatos de su largura.  Entonces descalzamente baja por ellas la inquietud de un cigarrillo.  Sólo existe el silencio en la noche.  Silencio y oscuridad.

II

A tientas busca el elemento de fuego y abre la puerta del baño para encontrar un lugar neutro donde permanecer. El mismo silencio va quemando la nicotina.  Se sienta y piensa.  En la oscuridad el cigarrillo se termina rápidamente y se despeja.  No hay otro.  El fuego silencioso también es un mecanismo de alejamiento de esta eternidad.

III

El cigarrillo no es un buen somnífero.  Atrae recuerdos que se van sentando en los objetos.
Explotan por toda la casa, perdiendo la cabeza en el aire.  El cigarro deja de conversar en la alta noche y apenas el crepitar del agua es lo que escucha cuando se apaga. ¿Qué hace un grifo abierto a la mitad de la noche? ¿Será que a veces los ríos se mudan en otras direcciones?

IV

La oscuridad cubre con su saya lo existente.  Con ojos abiertos y cerrados hacia dentro se desmoronan las manos buscando objetos necesarios para regresar a la cama.  Halla cepillo de dientes, crema, las llaves. Encuentra la manija de las puertas y aquella ventana con ojo de caballo. Táctilmente el mundo se vuelve cierto.

V

La noche destiende la cama y no pasa nada sobre ella.  Es igual que el resto de las noches: abiertas de ojos.  Ni manos, ni espaldas, ni besos pueden encontrarse en ese lugar donde el insomnio no perdona la hora.  Distribuye malamente los cuerpos en el universo y aún no toca, ni a vuelo rasante, la aventura nocturna de un sueño compartido.

PALABRA INDEFENSA
(Carta desconocida a Eduardo Galeano)
A Eduardo Gasca


Y uno se sienta ante la computadora y mira todas las letras del teclado y sueña...  Y uno no es mas que una minúscula parte de este planeta en el cual buena parte de los habitados maldormimos, malcomemos y malestamos pero, de alguna forma, obtenemos una felicidad obscena por nuestras pequeñas conquistas que no van mas allá de la puerta o de un mensaje en el teléfono.  O esa alegría maravillosa de encontrar sonrisas en las calles del vecindario sin preocuparse de las llaves, porque todas las casas son la misma casa y todas las estrellas son las luces de las mismas y variadas esperanzas.
II
Es entonces cuando las palabras comienzan a surgir: inesperadas...  Y surge un "Amen" porque la palabra es una niña indefensa que no deja de esperar unos ojos que las comprendan cuando están regadas sobre el papel.  Pequeños jardines de ideas surgen en el paisaje inhóspito de la hoja en blanco.  Espacio que pide ser llenado y espacio lleno que ruega ser atendido.  Los diversos códigos se encuentran como los objetos que se acumulan en las mesas de centro y sólo son tomados en cuenta a la hora en que se derraman los líquidos o a la hora de limpiar la casa.  La palabra es una indefensa a pesar de que primero fue el verbo.
III
El mundo gira en dos direcciones: un círculo se mueve al contrario del otro y entre ambos círculos la vida se paraliza y es entonces cuando la palabra estalla para decir, para nombrar, para embestir.  Pero ella, a pesar de ser tan antigua, se va desfigurando en la boca de los dicientes, en las manos de los hacientes y en los ojos de los leyentes.  Ella lucha por decir, mientras que va desdiciendo en las acciones.  La cotidianidad la va destrozando y, con todo y azotes, se erige como una diosa entre los habitantes, que aun no advierten la contundencia de su fuerza.  Y es entonces cuando la palabra tiembla de indefensión.
 
IV
Miro el cielo lleno de nubes y prefijo lo pensado: ¿cuantos somos los atados a este oficio que seguimos esperanzados en que la palabra actúe, mueva corazones, almas, conciencias? ¿Quienes pueden tomar en serio este oficio perverso y al levantarse tomar café y leer una cuartilla? ¿Quien se acuesta con un poema y lo digiere como una oración? ¿Quien amanece con la sed del necesitado ruego de  la palabra que crea?  Palabra y agua: la misma esencia compartida en la transparencia y la ductibilidad.  En la adaptación y en la permanencia.  Ambas orígenes de la vida  permaneciendo indefensas ante la indiferencia. 
V
Cuando las palabras extiendan su cabello en la rueda de los carros y salpiquen el corazón de los desprevenidos, llegará el momento de la esperanza.  La palabra algún día tendrá valor y podrá restar de ignominia el rango vulgar de la oscuridad.  La palabra, algún día, dejará de tener defensores, y ella misma se parará entre nosotros y repartirá en justicia sueños y amaneceres.

© Ingrid Chicote, Febrero 2011

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