(Fragmento)
“…A la tonada de una trompeta se abrieron las compuertas, una detrás de otra, forzando a Cuarenticuatrito, ya fastidiado y adolorido a trasladarse hasta quedar frente a una gran explanada, claro de sol, acompañado del bullicio que lo hizo saltar de susto, emoción o alegría, trataba de conjugar tal experiencia. Ya ante la gente y luego de haber corrido de un lugar a otro tras el capote del torero, vio salir a un caballo con una indumentaria que le causó gracia por la ridiculez.
- ¡Ay! ¡Me hincó! ¡Me hincó! ¡Bestia de caballo! ¡Qué te hice! Voy a correr un poquito porque ya se va el caballo, parece que se equivocó ¡pucha! Esto duele… la gente sigue en lo mismo, riéndose, aplaudiendo… ¿no será acaso un manicomio? …ahora qué está haciendo ese tipo, salta y salta, ah… me está provocando y sigue cada vez más cerca, no puedo ver lo que tiene en las manos, parece que me quiere golpear… le voy a responder ¡uff! Qué fue eso ¡desgraciado! Me ha clavado dos palos… otro… a éste si lo voy a agarrar para que le sirva de lección. ¡Ay! ¡Carajo! Me falta agilidad, que torpe soy, debí haber esquivado.
Mugiendo y de reojo observaba su alrededor, la gente con lo mismo de siempre, aplaude, come, ríe, conversa y coreaba el martirio del mamífero rumiante.
A éste le ha gustado, porque viene otra vez. ¿Qué quieren? ¿vestirme con sus palos? Aunque quisiera correrme; pero me dirían cobarde, ahora sí a lo macho me enfrento ante este payaso que está bailando hecho un estúpido… ahora… ¡Ahora! ¡ay! Casi lo agarro… ni sacudiéndome salen estos palos… cada vez me duele más.
Los “oles” se escuchan incesantes y los minutos se fueron alargando como si fueran horas, siglos y el sinfín de la incomprensión, experimentaba. Miraba por momentos con lástima a los toreros y al público.
Esta gente se pone de pie, se sienta, grita, aplaude y ríe. ¿Por qué? ¿Por qué? Acaso no he merecido el trato que me dieron en la hacienda… para esto me han dado tanto. Si hubiera sabido que éste es el precio… es injusto, porque jamás pedí algo para mí. -Observándose – me estoy desangrando… ¡ayúdenme! ¡Oh! Cuánta sangre, color de ira… y sigo porfiando para muy a mi pesar atropellarlos… si lo agarro me desquito en nombre de José Antonio, seguro que sí. Ya me invadió el miedo, prefiero de una vez acaben conmigo, antes que bajen todos y comiencen a morderme cada uno de ellos, empezando por las autoridades, el Presidente y su Gabinete asistente, con sus mujeres, quienes afanosas enseñan el sombrero de moda y el abanico antes que el rostro y el corazón. Sé que están deseosos todos, pero voy a resistir a estas agujas en el lomo, ojalá sea pasajero – proseguía – esto sabrá de todas maneras José Antonio, no puedo callar… ya verán… estoy demasiado agitado, creo que es más de cólera y estos me siguen agitando por aquí, por allá… ya estoy mareado y el bullicio me estremece y me atonta cada vez más…”
Juan Benavente.
Cuarenticuatrito, obtuvo una Mención Honrosa en el Concurso de Cuentos que organizó la Asociación Amigos de los Animales en l989 y pertenece al libro Cuarenticuatrito y otros Cuentos, publicado en 1992.
©Juan Benavente, 2007
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